Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
Ahora que se discute el presupuesto del 2016, es importante darnos cuenta que el ritmo del crecimiento del mismo no va de la mano con las mejorías que el país y su gente deberían tener; en otras palabras, crecen los presupuestos pero nuestra gente más necesitada es más pobre y con menos oportunidades.
A eso hay que sumarle que lo que sí crece es el patrimonio de muchos pícaros que por acción u omisión se deciden a ser parte del sistema y ser beneficiarios de los Q70 mil millones del presupuesto. Llora sangre, que además de todo, el presupuesto se financie con deuda y los guatemaltecos debamos ser los pagadores de la misma que solo resulta necesaria para seguir manteniendo la podredumbre.
No hay para lo básico bajo la paja de que no alcanza el dinero, pero sí hay y suficiente para los pactos colectivos (los sindicatos son el brazo político de cualquier gobierno), hay suficiente para subsidiar negocios que lloran sangre como el transporte público, no hay para abastecer los hospitales pero sí hay lo suficiente para pagar las mordidas y no hay para contratar gente de calidad que enaltezca el servicio público pero sí hay para usar al Estado como botín de contratación de cualquier mediocre, por mencionar algunos casos.
Y todo porque desde hace muchos años los políticos más vivos se dedicaron solo a ver cómo podían ejecutar de mejor manera ese dinero sin tener que rendir cuentas para que los negocios además estuvieran blindados y bien estructurados, lo que significa que fiscalizar la ejecución del presupuesto es una misión imposible.
Por eso es que las declaraciones del alcalde capitalino, Álvaro Arzú, vertidas la semana pasada son muy importantes y además, elocuentes. Consultado respecto a la opinión de Carlos Mencos, Contralor de Cuentas, quien dijo que los fideicomisos constituidos con fondos públicos son infiscalizables, Arzú respondió:
“Nosotros tenemos en uso tres fideicomisos de los 136 que hay en el país. No sé por qué le han hecho tanta bulla a los fideicomisos de la ciudad capital. De nuestra parte pueden eliminarlos hoy en la tarde si quieren. No tenemos ninguna objeción. Yo encontré cuatro fideicomisos cuando entré a la Municipalidad y eliminé uno. Por las cifras, no se preocupe, porque nosotros tenemos un sistema que no lo tienen ni los bancos del país y que nos da agilidad en la información”, indicó el jefe edil.
Sin embargo, Arzú añadió que “ahora, no sé cómo le vaya a ir al gobierno porque tiene 136 fideicomisos que permiten la agilidad de la inversión. Si no, para comprar un lápiz, van a tener que convocar a un proceso de licitación pública, resolver impugnaciones y conformar comisiones para que den los dictámenes correspondientes. Eso es lo engorroso del sector público y hay que estar ahí para darse cuenta de la problemática”. Las negrillas son mías.
En otras palabras, los políticos han creado a lo largo del tiempo mecanismos que no permiten la rendición de cuentas bajo la excusa de la agilidad de la ejecución, lo que ha provocado que los presupuestos del Estado sirvan para muchas cosas, menos para atender las necesidades de la gente y atacar los grandes problemas.
Con medidas y vivezas así, no hay que ser genio para entender que no importa si el presupuesto es de Q52 mil o 72 mil millones, porque será ejecutado de una manera que privilegie la corrupción utilizando diversos mecanismos que aseguren los negocios y garanticen que no habrá rendición de cuentas.
Arzú dice que su sistema es único y es cierto, es tan especial que solo a él le muestra la información, tal y como pasa con los burócratas del país.