Adolfo Mazariegos

Hace algunas semanas, en este mismo espacio, compartí algunos breves cuentos que forman parte de un pequeño libro titulado “Cien Palabras”. Hoy, a manera de respiro en medio de la vorágine sociopolítica que vive Guatemala, comparto cuatro nuevos microcuentos que forman parte de esa misma publicación (Cien Palabras):

Pastel de chocolate
Llovía. Era de noche. El ladrón esperó a que ella saliera de la pastelería en donde compraba el pastel de chocolate que había ofrecido al niño del Transmetro. Atravesaba el parque rumbo a la estación cuando el desconocido salió de pronto al paso y ordenó, amenazante, que le entregara todas sus pertenencias de valor. Le enseñó el puñal que llevaba en la raída gabardina y le indicó que se apresurara. Ella sólo pudo conservar el pastel que había ofrecido al niño. Más tarde, cuando el ladrón volvió a casa, el niño le preguntó: “¿papá, quieres compartir mi pastel de chocolate?”

Cuando salía para el trabajo
Eran casi las siete de la mañana cuando tomé mi maletín y me dispuse a salir; justo cuando alguien llamaba a mi puerta insistentemente y con violencia. Abrí, y sin preámbulo, un oficial de policía me arrastró hasta un auto patrulla: “hoy sí ya te amolaste”, dijo, somatando mi rostro contra el capó y golpeando mi estómago. Otro uniformado llegó corriendo. Dijo algo (que no escuché) al oído de su compañero. Éste, que ya me había esposado, se quedó quieto. Luego, después de la golpiza que me había propinado dijo: “puede irse, al que buscamos vive a la par”.

En el segundo piso
El niño bajó corriendo las escaleras y llegó hasta donde el hombre se encontraba leyendo el diario, sentado en su viejo sillón de mimbre despintado. Agitado le dijo que arriba, en la segunda planta de la casa, su hijo se había caído y necesitaba ayuda urgente (porque sangraba). Él se asustó y apresuradamente corrió gradas arriba para ver qué ocurría. Le extrañó no haber escuchado nada, pero no lo asimiló sino hasta que llegó al segundo piso. No había nadie. Volvió la vista atrás y comprobó que aquel niño tampoco estaba. Asustado reparó: él vivía solo, y no tenía hijos.

Un extraño sueño
Anoche tuve un extraño sueño: soñé que yo no era yo, y que al despertar me preguntaba a mí mismo, sin obtener respuesta, quién era. Hoy he despertado muy temprano, con dolor de cabeza, y con una extraña sensación de vértigo. Me serví café, tomé el periódico que encontré en la puerta de la casa y lo puse bajo mi brazo para salir a caminar. Al alejarme, volví la vista atrás y noté que aquella no era mi casa. Luego he visto pasar un auto que me ha parecido conocido; pero lo que realmente me sorprendió, fue reconocerme al volante.

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