Eduardo Villatoro
A lo largo de mi ya prolongada existencia he cometido muchos errores, incurrido en innumerables equivocaciones y propiciado groseros señalamientos desde este espacio y en los diarios en lo que antes presté mis servicios en mi calidad de trabajador del periodismo, algunas veces involuntariamente, en mi afán de contribuir a mejorar las condiciones de vida de los guatemaltecos de las clases más vulnerables y acudiendo insensatamente al descalificado proverbio que el fin justifica los medios; pero me retracté cuando perjudiqué reputaciones honorables y luego presenté mis sinceras disculpas.
Inicio con estas ligeras confesiones este texto, a propósito del artículo que escribí el pasado sábado, en el que sugerí a diputados señalados públicamente de entorpecer la discusión y eventual aprobación de iniciativas tendientes a evitar la falta de transparencia de sus gestiones, atacar en sus raíces la extendida corrupción y el proyecto de reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos de la Ley, entre otros asuntos de trascendencia nacional, a fin de que esos cambios entraran en vigor previo a las elecciones presidenciales de la segunda vuelta, o por lo menos antes de que finalice el período de la actual legislatura, y apelando también a la adormitada conciencia de los pocos parlamentarios honestos que son la excepción a la regla.
Pero la mayoría de mis contados lectores no comparten mis “exageradas expectativas” –como lo señala uno de ellos-, indicándome que mi “insensato optimismo” he pasado por alto el cinismo, desvergüenza y la insolencia de diputados que carecen de rubor al hacer ostentación de sus ilícitas ganancias.
Ese mismo lector que pidió que reservara su identificación porque trabaja en el Congreso y como la mayoría de los guatemaltecos que aspiran a un mejor destino para el país, teme represalias en su contra.
Trae a cuenta que La Hora dio a conocer detalladamente casos de la extremada corrupción que prevalece en el Parlamento, tomando como ejemplo que durante el período que presidió el diputado Arístides Crespo y en la gestión del ilustre académico Luis Rabbé “se dispararon las contrataciones de personal” en el Congreso, que supone cobro de comisiones a los asalariados ociosos.
Cuando condujo “los debates” el parlamentario escuintleco, entre 2014 y 2015, empleó a más de 220 personas en el renglón 011, además de 1,112 bajo la cobertura de contratos 022; mientras que durante los primeros cinco meses de la gestión del señor Rabbé, concedió plazas presupuestadas a sólo 9 personas, pero se le fue la mano al sumar a 1,199 supuestos desempleados dentro del citado renglón 022.
Es una pequeña muestra de la corrupción en el Congreso, donde ya hay muchos diputados “prisioneros de sus propias desmedidas codicias”. Adicionalmente detallada los nombres de alrededor de una veintena de políticos de los partidos Lider, UNE, Patriota y Todos, entre congresistas y alcaldes que fueron reelegidos en los comicios del 5 de septiembre; pero que probablemente no asumirán los cargos, en vista de que tienen antejuicios pendientes por acciones penales.
(El desilusionado Romualdo Tishudo leyó esté grafiti cerca del Congreso: La corrupción nunca retrocede; da media vuelta y sigue avanzando).