Alfonso Mata

La democracia en Guatemala, ¿es posible? gran pregunta. Derechos civiles sin los otros derechos (sociales y económicos) no creemos que lleven a mucho y más cuando venimos teniendo una destrucción ambiental y descomposición social gradual y persistente, que no sólo afecta al más pobre sino que arrastra a la clase media y a la par de eso, sabemos que el movimiento popular no ha cambiado el desarrollo social.

Vivimos inmersos dentro de un capitalismo financiero, dentro del cual, su gran colaborador y sostén «gratuito» es el migrante, que es el que lo oxigena sin derechos y sin grandes ganancias. El gran capital nacional, por otro lado, no es un modelo de capitalismo productivo y de productividad, sino financiero y peor aún, cargado de prebendas y privilegios que deja poco espacio a la competitividad y crecimiento en igualdad de condiciones.

De tal manera que vivimos dentro de una sociedad con mucho colonialismo laboral, de género, sexismo, xenofobia, político, económico y productivo. Un colonialismo que perdura y nos orilla a ser individuos llenos de prejuicios, frustraciones y alienaciones, alimentadas por un aumento y mantenimiento de las desigualdades sociales, que conlleva constantemente a demonizaciones, humillaciones y tragedias. El resultado de esa manera de comportarnos, con o sin razón, no permite la relación adecuada entre nosotros y engendra inseguridad y violencia.

Lo que hemos planteado es el panorama humano que le espera al nuevo gobierno que no puede postergar el implementar el concepto trazado por las Naciones Unidas de «seguridad humana» con rostro humano, o lo que es lo mismo, debe buscar que la gente pueda vivir sin miedo y satisfacer sus necesidades vitales. Lograr eso, es lo único que esperamos organicen los que lleguen al poder.

Esa primera demanda, se cumplirá, sí el nuevo gobierno es capaz de la «transformación de la gestión pública», con un nuevo paradigma que incluye una participación activa de la ciudadanía. No podemos seguir alimentando una infraestructura que lo único que hace es fomentar el juego de que para el ciudadano, el político es peligroso y para éste, el ciudadano su enemigo. Ese juego nos ha enfermado a ambos y hundido al país.

Una segunda demanda es lograr el equilibrio de balance entre seguridad humana y los imperativos globales mundiales financieros cargados de prerrogativas y excepciones, a fin de que no pudran el juego democrático más. ¿Se puede lograr esto? No lo sé; lo que sí es evidente es que sin mejoras en la ejecución de las políticas sociales y financieras, en su gestión, la situación entrará en ebullición. El nuevo gobierno deberá cuidar que no haya una reducción del espacio democrático y un aumento del despotismo social, ya que actualmente, si bien damos la idea de una democracia política, socialmente caminamos hacia una anarquía lista a la rebelión gradual y de no lograrse una nueva forma de gobernanza, no auguramos un final de período a los nuevos gobernantes.

No se puede orillar a la ciudadanía, a verse propensa cada vez más a menos oportunidades y lo que sí es seguro y debe tener claro la ciudadanía, es que una seguridad humana y desarrollo, no se logra sólo a través del ejercicio de uno de los derechos de la democracia representativa (el voto). Sí no hay renovación total de la democracia representativa, el voto es una burla y el único espacio con que se cuenta para ese logro, es la reforma a la ley electoral y de partidos políticos, en términos no de lo que pretende la actual reforma aprobada por los diputados, que lo único a que tiende es a favorecer el oportunismo político y el entronamiento de partidos políticos perversos.

Pero aún hay más; el pueblo tiene que apuntalar y fortalecer el espacio de su participación y consolidación, exigir la implementación de una «democracia participativa», en aspectos de justicia, bienestar y adecuada gestión, si quiere terminar con el colonialismo que lo asfixia con una pobreza crónica y persistente, con conflictos violentos, el cambio climático, la trata de las personas, las pandemias y las crisis laborales, económicas y financieras. Participación que debe ser deliberativa y propositiva, de lo contrario, el impulso a la reforma democrática, terminará en un totalitarismo que afianzarán la corrupción, el clientelismo y el nepotismo, hasta niveles insospechados y peligrosos, que nos hundirán en miseria y enfrentamiento humano incontrolables.

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