Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

No cabe duda que de abril para esta fecha hemos vivido tiempos con avances importantes, pero que se vuelven pequeños cuando se repara en la magnitud de los vicios del sistema y de la impunidad que nos viene aquejando como un mal generador no sólo de violencia sino de más corrupción. Hoy en día, sin embargo, son muchos los que han ido dejando que los casos paradigmáticos se vayan diluyendo en el imaginario social y apenas si nos recuerda la magnitud del problema la insistente búsqueda de privilegios de la exvicepresidenta Baldetti que goza aún de buenos conectes en algunas esferas públicas como para que la traten con verdadero guante blanco.

Pero el problema estructural está ahí y no hemos logrado ni siquiera un pequeño éxito en el esfuerzo por desmontarlo. Por ello me parece muy atinado el planteamiento de la Universidad de San Carlos que llama a revivir esa llama cívica que vivimos durante algún tiempo para reclamar renuncias y para exigir que fueran sometidos a la justicia los culpables de corrupción.

La elección terminó siendo un mal bálsamo porque los ciudadanos que ejercieron el sufragio lo tuvieron que hacer en el marco de la camisa de fuerza del sistema, viéndose obligados a elegir, aunque no quisieran a una serie de individuos poco recomendables porque, al fin de cuentas, no había mucha opción toda vez que los secuestradores del sistema tenían la mesa servida para asegurar que sus diputados y alcaldes fueran reelectos como si nada. Y el voto de castigo en la elección presidencial, dirigido principalmente contra Baldizón y en alguna medida contra el ya agónico PP, no sirvió de mucho porque hoy, a pocas semanas de la segunda vuelta, se nota que hay desencanto por las opciones que resultaron.

Antes de la elección dije reiteradamente que mientras no cambien las reglas de nuestra mal llamada democracia todo seguirá igual y desgraciadamente no me equivoqué. El país no está en el fondo mejor que hace seis meses y ello no es por culpa de la gente, sino por culpa del sistema y de esa cacareada institucionalidad que nos atrapa en una maraña cuya única finalidad es la de preservar los privilegios de quienes usufructúan el sistema.

Tenemos mucho camino por recorrer y una larga lucha por librar porque el nuevo Congreso se verá fortalecido por la legitimidad que les brindó el resultado electoral y la participación de algunos sujetos que llegan como “nuevos” diputados que son largos que fuman bajo de agua y que son capaces de maniobrar para asegurarse una larga permanencia en sus curules.

No existe sin duda el sistema perfecto, pero sí hay algunos que pueden ser una auténtica porquería y el nuestro encaja perfectamente en esa definición. Seguro que siempre tendremos problemas y siempre habrá corruptos y corruptores, pero lo que no debe existir es tanta facilidad para que se salgan con la suya y la certeza de que los problemas nunca serán resueltos.

Yo sigo renegando de las medias tintas y de esa babosada de que tu voto cuenta. No cuenta para nada más que para confirmar en el poder a los peores elementos de la sociedad.

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