Eduardo blandón
Las escenas que nos presentan últimamente los periódicos, exponiendo la reacción de las personas involucradas en presuntos actos de corrupción, no pueden sino causar pena. Tristeza porque son seres humanos los que se ven contritos, humillados y con gestos de arrepentimiento. ¿Sentirán algunos deseos de conversión? Es posible, no hay porqué negarlo.
Pongamos el caso de Roxana Baldetti. Quienes la han visto indican que se encuentra en un estado de depresión profunda. Las fotos la retratan: se le ve postrada, dormida y sin ánimos de nada. Ya en los tribunales, aun asumiendo su capacidad histriónica e inclinación al engaño, reza… escribe un Padrenuestro que quizá sea un indicador del milagro que pide al cielo para no perderlo todo.
Consideremos ahora las lágrimas (que bien pueden ser de cocodrilo) de Claudia Méndez. Esa expresión de tristeza, la desesperación por desligarse de las mafias, su larga perorata frente al juez, el desaliño personal. Las fotos la ponen al desnudo, sabe que extravió el camino y que se encuentra en el último lugar que habría querido estar. Enfrentada a su demoledora realidad por la avidez del dinero, la fama, el poder y la vida loca que ofrece la actividad política delincuencial.
Por último, citemos al archi famoso «Chico Dólar». Un sujeto pueblerino que bien pudo haberse conformado con mucho menos del dinero que al parecer pasaba por sus manos. Mirada perdida, manos temblorosas y sudadas, abatido por lo que le espera. Quizá repasando los momentos en que pudo haber parado. Pensando en el futuro propio y el de su familia.
No quiero decir que «Chico Dólar», Claudia Méndez o menos aún Roxana Baldetti sean una especie de santos paganos. No, absolutamente. Más bien los considero fichas, pero no de colección. Solo sostengo que muy dentro de sí la conciencia les reprocha el descalabro personal que hoy los tiene en estado de miseria. Ojo que no hablo de todos. No tengo la menor duda que hay sujetos que repetirían el latrocinio, la maldad y la corrupción en todos sus niveles. No sé, algo me hace pensar que uno de ellos sería el propio Otto Pérez Molina.