Luis Fernández Molina
Gage llegó a México en 1625. Era, supuestamente, una etapa en su largo viaje a Filipinas. Muy curioso que España, que disponía de casi todo el continente americano, con territorios aún incógnitos, tuviera los arrestos de ir a conquistar todo un archipiélago muy poblado que se encontraba del otro lado del mundo. En esa época, la región de Petén era un reino indígena, existía algo así como una república maya independiente que habría de ser conquistada 50 años después.
Por alguna razón Gage no abordó el barco que de Acapulco debería atravesar el Pacífico para llevarlo a Manila. Se consideró como una desobediencia y desde entonces Gage empezó su recorrido mesoamericano de doce años, de casi tres mil kilómetros, al principio casi de fugitivo. Entró a Guatemala por Todos Santos Cuchumatán. Narra su viaje en mula y a pie por Chiantla, Sajcabajá, Zacualpa, Joyabaj, Sacapulas, Jilotepeque, Chimaltenango hasta su ingreso a Guatemala por Jocotenango. Muy minucioso redactó sus andanzas en forma admirable, con abundancia de detalles que fue recogiendo.
Cuando regresó a Inglaterra se convirtió a la iglesia de Inglaterra. Pero dicha iglesia pasó a segundo plano con las reformas de Cromwell que impuso una teocracia puritana; renegó a su vez de la fe anglicana y se declaró devoto puritano. De esa forma estaba cerca de Oliver Cromwell quien estaba enterado de los amplios conocimientos que tenía Gage sobre la región de Centroamérica y el Caribe.
Gage envió una solicitud al Lord Protector en el que proponía una invasión inglesa a Guatemala. Acompañó a su memorial una serie de mapas e informes de fortificaciones, poblaciones, defensas, territorios, ensenadas, etc. Era un programa de acción militar que incluía la toma de la isla Santo Domingo y desde allí organizar la conquista de la Capitanía General de Guatemala. Dicha nota se conserva en la Colección de Papeles de Estado del Reino Unido correspondientes a 1654; aseguraba la fácil victoria en base a que era un territorio prácticamente despoblado y esa poca población estaba irreconciliablemente dividida entre españoles peninsulares, españoles criollos, mestizos, indios, negros, zambos, etc. Cada grupo con sus particulares agendas que no integraban una unidad con espíritu nacionalista. A ello agregó que, según lo repitió en muchas ocasiones, eran indolentes, avariciosos, viciosos, etc. y como guinda del postre agregaba que no tenían práctica militar con más de cien años de no guerrear. En otras palabras estaba servida la mesa para la expansión inglesa. Sobra decir que en sus crónicas Gage se dio a la tarea de criticar todo: la conducta de los españoles en América, también de los indígenas y hasta de las displicentes órdenes religiosas que se dedicaban a obtener rentas, jugar las cartas y vivir opíparamente.
Muy motivado el gobernante Cromwell hizo los preparativos de una expedición. Existían dos proyectos: el coronel Muddiford apostaba por una incursión más al sur, por el Orinoco, y la de Gage. Era una expresión del “wetern design” (un adelanto del que después se destinó manifiesto); se armó una armada al mando nada menos que de William Penn. La idea era dominar desde Tabasco hasta Panamá.
No se conocen a fondo las motivaciones de Gage. Según repetía, era para liberar a los pueblos hispanoamericanos del yugo español y, con mayor celo religioso, para rescatarlos del catolicismo; para conducir a esos pueblos por la verdad y la civilización. ¡A qué punto de resentimiento llegó quien fuera católico y religioso!
La incursión inglesa fracasó, pero logró arrebatar Jamaica que desde entonces fue posesión inglesa. Pocos años después Luis XIV y su ministro Colbert se inspiraron en los mismos apuntes de Gage para planificar a su vez una invasión francesa.