Eduardo Blandón

Luego de pasar la primera prueba, que no ha sido perfecta y mantiene en la desilusión a algunos, creo que debemos avanzar sin perder de vista los intereses de la población.  Las sospechas de los críticos no son infundadas y deben recogerse, pero eso no debe ser obstáculo para implorar cambios desde la comodidad de un salón de clases o desde el escritorio lleno de libros.

Debemos superar la suspicacia y la convicción de que nuestro discurso es el único valedero.  La construcción del país es tarea de todos, no de grupúsculos presuntamente portadores del saber o dueños por el poder que brinda el dinero.  Hay que unir las fuerzas más que separarlas.  Si seguimos con la desconfianza secular nos hundiremos más y un día no habrá retorno.

Viene la segunda vuelta, pero no es la única tarea pendiente.  La sociedad civil debe continuar la presión por una nación con justicia, velar por los proyectos sociales que privilegien a los más necesitados, exigir seguridad ciudadana… pero a la larga, lo más importante es darle el golpe de gracia al sistema que nos tiene postrados.  Mientras no hagamos temblar las estructuras que mantiene al statu quo casi cualquier esfuerzo será poco beneficioso.

Esta es misión de todos.  También la iglesia, las confesiones en general, tienen que poner su grano de arena.  Son importantes los comunicados que denuncien el mal y la injusticia, pero más allá de ello, mantener una actitud profética que se enfrente con los corruptos.  La iglesia debe tener cero tolerancia con la estructura del mal (llamada por ellos, estructura de pecado) y ser más beligerante.

A menudo los críticos, (siempre clarividentes ellos), indican que los únicos que tienen proyectos para Guatemala son los empresarios.  La población, en su opinión, es una masa informe, acrítica y manipulable, distraída e incapacitada para proyectos propios.  Algo hay de razón, pero también es cierto que esos críticos tampoco han tenido capacidad de influirlas.  Entronizados en sus castillos, quizá leyendo mucho o escribiendo otro tanto, no han sido un fermento eficaz para mover los espíritus extraviados.

Podemos hacer algo por Guatemala.  Quizá sea el momento de aprovechar ese impulso milagroso que mantiene a algunos todavía en la plaza pública.

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