Dra. Ana Cristina Morales Modenesi

No hay persona exenta a no sufrir una crisis emocional, es parte de la existencia. Desde la concepción de la persona que se encuentra ante un acontecimiento adverso, o de la suma de varios eventos que le inquietan, le preocupan o le son del todo nuevos. Es posible que si no posee nociones de psicología no pueda nombrar lo que vive, con esta denominación.

Pero si puede describir el sentimiento de abatimiento, la falta de energía, el no saber qué hacer para dar solución a su o sus problemas apremiantes. Al sentirlos de carácter devastador. Es posible que se perciba sin un sentido de seguir adelante, con recursos emocionales, económicos, sociales y espirituales no suficientes para encarar el reto o los retos que la vida le exige, sin brindarle ninguna tregua. En ocasiones el pensamiento suicida surge como una posibilidad al no encontrar alternativas.

La persona que se encuentra ante una crisis emocional posee deterioro de proceso cognitivo. Sus problemas rumian una y otra vez, en un círculo vicioso que no encuentra fin. La angustia que le ocasiona esto se manifiesta como oleajes del mar. Los cuales viven en su organismo con apretones interiores ascendentes que se inician en el abdomen y se estrangulan en su garganta. Muchas veces con la imposibilidad de llorar, arranques de cólera pueden desbordar que contribuyen a enralecer sus redes de apoyo al espantar a la familia y amigos.

Hay que apreciar que un mismo evento puede ser vivido de maneras distintas por diferentes personas. Y esto se debe tanto a la fuerza constrictiva del evento, a la suma de otros eventos adversos y a la integridad de la persona para llegarlos a afrontar, la cual depende de los recursos antes en mención, de su desgaste, o la falta de conformación adecuada.

Eventos tales como presiones económicas, laborales y sociales, enfermedades de la persona o familia, cambios dramáticos en la existencia por desastres naturales, situaciones violentas entre otras. Son capaces de desencadenar crisis emocionales. E intervenir en los procesos de pensamiento, emoción y actuar de una persona. Limitándolos y entorpeciéndolos.

El proceder ante una crisis es dar acompañamiento a la persona, escucharla, ayudarla a que exprese sus emociones, evaluar situaciones de peligro para la vida de ella o de otros. Validar su sentir y solicitarle que no tome determinaciones importantes en ese momento. Ya que pueden ser inadecuadas debido a cambios cognitivos y perceptivos dentro de la persona. Que más tarde podrán ser motivo de arrepentimiento.

En esta fase de apoyo inmediato cualquier persona podría ser agente de atención psicológica inmediata. Amigos, vecinos, religiosos, familiares hasta personas totalmente desconocidas. Tener alguien que nos escuche siempre nos hace más fuertes, encontrando lazos de solidaridad, respeto, humanidad y compromiso con la existencia y con los demás.

Si la situación se prolonga en el tiempo y las situaciones de riesgo de vida aumentan es necesario referir a la persona a un profesional de la salud mental (psiquiatra, psicólogo, trabajador social, técnico en salud, entre otros) para que continúe el abordaje de la crisis de manera integral. De tal manera que se eviten secuelas innecesarias y se limiten riesgos, se tomen en cuenta redes de apoyo social y se contribuya a una rápida recuperación y efectiva reinserción a su vida laboral, familiar y social.

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