Cuando el juez a cargo del proceso de La Línea fundamentó la prisión preventiva contra Pérez Molina dijo que dado el cargo que ocupaba y las influencias que podía mantener con funcionarios de gobierno, era importante dictar la prisión preventiva porque se podrían aprovechar mal esas influencias, en ese caso concreto para alterar pruebas.
Lo que está haciendo la señora Roxana Baldetti en su calidad de detenida es una muestra fehaciente de la razón que asistió al juez porque esa sindicada hace lo que le da la gana con el sistema penitenciario, al punto de que se vieron obligados a interponer un recurso de exhibición personal porque dicha individua entró a que le quitaran un catéter en el hospital de los militares y simplemente se quedó allí, logrando que la metieran al intensivo para que ni los custodios pudieran verla. En otras palabras, la señora Baldetti pudo salir de ese centro asistencial gozando de la protección de los militares que le dieron ingreso como paciente y evitaron que se cumplieran los protocolos que se tienen que seguir cuando cualquier acusado de delincuente es llevado a un hospital.
Es una vergüenza lo que denunciaron los guardias penitenciarios en el sentido de que la Baldetti (cuesta decirle señora), goza de privilegios muy especiales en Santa Teresa. Ya vimos que la complaciente ministra de Gobernación hasta emitió un acuerdo ad hoc para buscar la forma de beneficiarla con la jaula de oro en cuanto fue detenida y gracias a la entereza del juez se evitó ese odioso privilegio, pero en Santa Teresa a ella le habilitaron un lugar que no puede llamarse celda, sino que se trata de un apartamento para que tenga todas sus comodidades.
Si hubiera sido detenida por un accidente de tránsito uno podría entender que le dieran privilegios a quien ocupó la Vicepresidencia, pero cuando es sindicada de haberse robado el dinero que tanta falta hace hasta para comprar medicinas y abastecer los hospitales, un trato de esa naturaleza es no sólo odioso sino que además criminal y debieran deducirse responsabilidades a una ministra que tolera tal burla a la población.
Ningún hospital privado arriesgaría su reputación recibiendo a la Baldetti después de lo que pasó en el Centro Médico y ni ese nosocomio volvería a arriesgarse. Únicamente el hospital militar, erigido y mantenido con fondos públicos, puede hacer ese tipo de trato con el diablo y, de ajuste, envilecerse al punto de ocultarla de manera que nadie puede asegurar que ella no haya salido del centro asistencial protegida por vidrios polarizados de algún vehículo del “alto mando”.