Eduardo Villatoro

Una vez que se han desarrollado las elecciones en su primer grado, es tiempo que la mayoría de los guatemaltecos abandonemos las pasiones que suelen desatar los fanatismos políticos y que busquemos la reconciliación, para dar paso a una disputa serena, respetuosa y tolerante entre los dos aspirantes a los cargos más elevados de la Nación, los dirigentes de las organizaciones políticas que los apoyan, sus simpatizantes, e incluso, que los estudiosos o improvisados analistas políticos que examinan el escenario nacional, también contribuyan a que prevalezca un clima de paz, armonía y respeto recíproco.

Como mis contados lectores los comprenden, yo no soy un científico social que cuente con los conocimientos suficientes para examinar y arribar a conclusiones en torno a las causas que provocaron la derrota del señor Manuel Baldizón, pero resaltan algunos comportamientos suyos que, en vez de atraerle la adhesión entre los compatriotas que -en su momento- no habían tomado una decisión en torno a su voto, la conducta imprudente y arrogante del abanderado de Lider fue un factor más para alejarse de él.

Siempre he sostenido que la actividad política con la práctica religiosa no debe mezclarse, sobre todo cuando en tareas electorales públicas los políticos invocan el nombre de Dios y hasta elevan oraciones conjuntas, puesto que cualquier persona, por incrédula que sea, percibe que es una falsa ceremonia que llega a la blasfemia, toda vez que la relación de los creyentes con la divinidad es un asunto privado, íntimo y sincero.

Traigo a colación lo anterior para que los dos aspirantes presidenciales eviten esas equivocaciones que sólo sirven para dividir más al electorado. Pienso que ambos harán prevalecer sus habilidades para plantear ante los ciudadanos la fórmula que pretenden utilizar para conducir al país, sin caer, tampoco, en la demagogia y promesas imposibles de cumplir, y que en vez de atacarse retórica y mutuamente, expongan sus ideas y planteen sus programas de trabajo.

Soy del criterio que el presidente Alejandro Maldonado Aguirre, con quien yo mismo fui muy severo al criticarlo en sus funciones de magistrado y cuando asumió la vicepresidencia, es un hombre que por su serenidad, experiencia y otras cualidades más que posee, aunque no se comparta su ideología, puede contribuir mucho a que la segunda etapa de las elecciones se convierta en un aplomado debate de argumentos y convicciones, y que, como ha procedido hasta ahora, recomiende a los electores que entre ellos también debe privar la cordura.

Por supuesto que los periodistas de opinión y de otras profesiones que ocupan espacios de columnistas por distracción o vocación, estamos obligados a participar en la reformulación de nuestras perspectivas, no descuidando nuestras personales apreciaciones ni renunciando a posiciones ideológicas, sino a enfocar con más circunspección las diferencias entre los candidatos; mientras que novatos y ejercitados presentadores televisivos deben ser considerados con los políticos que entrevistan, despojándose de prejuicios o visibles devociones partidarias.

(El elector Romualdo Tishudo leyó en la pared de la casa de un diputado reelegido: -El que madruga tiene sueño todo el día).

Artículo anteriorCrisis hospitalaria
Artículo siguientePrivilegios y abusos