Alfonso Mata

La política es actuante, es conocimiento que lleva a la acción. La política callejera y de plazas es alzamiento contra una realidad que afecta y una idea contra el orden establecido, luego si tiene un sentido, un fin: pedir establecer un nuevo orden de cosas.

Las protestas públicas, son un acto político y participativo. Es el inicio de un ejercicio de los derechos ciudadanos y aunque es en principio un sentir, eso indudablemente va a tener que ver con el futuro de políticas nacionales y el bienestar y malestar ciudadano. Por consiguiente, descalificar al manifestante de “útil tonto” no tiene cabida. Es la expresión de un sentir, la que se ha hecho presente y que busca propiciar un nuevo orden, sin ser preciso para establecerlo, sino creyendo darle germen, a un nuevo actuar de la autoridad. En otro sentido, la movilización genera conciencia aunque ésta, esté libre inicialmente de un razonamiento. Lo cierto es que las movilizaciones, ya menearon pensamientos expectativos de líderes y partidos y aunque se tilde de un fenómeno emocional, cambiaron un futuro a políticos y al pensamiento político actual.

Como concepto social, el sentido que se le puede dar a una movilización popular es polisémico y permite distintas interpretaciones y distintos usos, pero engendra resultados, en nuestro caso: un castigo al infractor y a muchos candidatos y partidos y aunque resulte verdaderamente difícil saber qué está diciendo realmente la ciudadanía, se manifestó, protestó y votó, en busca de establecer un nuevo orden. Es espectacular el espacio que abrió el manifestante, para por primera vez en décadas, ejercer sus derechos, sin atropellamientos y represiones ¿implica eso un poco de madurez? Creo que sí. Empieza a haber capacidad para participar en todas las dimensiones que necesita el cambio de un Estado.

La fuerza de una sociedad se adquiere a través de su participación y especialmente cuando esa participación consolida corazones y poco a poco permea el pensamiento. Este es otro triunfo de la política callejera y de plaza, que poco a poco puede ir afirmando nacionalidad y fraternidad y eso permite que las condiciones colectivas relacionadas con acciones y pensamientos, adquieran madurez, para generar nuevos rumbos. Estado y sociedad necesitan de cambio.

No hay que caer entonces en la trampa de pensar que una manifestación pública es tiempo y esfuerzo perdido. La protesta no tiene que ver nada con un pensamiento inacabado o caduco o manipulado, tiene que ver con el conformismo o inconformismo ante injusticias y corrupciones, luego vendrán las necesidades de cambio y los señalamientos y acuerdos, pero no podemos saltarnos la etapa de sensibilizarnos. En el descubrimiento de sí misma y de contener el daño en conjunto infligido por malos gobiernos, la sociedad está buscando articularse, niveles de colaboración, romper desigualdad, fortalecer la aceptación que se puede dar, y todo ello, es el inicio de una organización.

Esos son en mi opinión los motivos del movimiento político en calles y plazas. Se pude hablar entonces de un saneamiento social y político, como un acto previo a la acción reparadora. De un acto en que él uno se articula con el otro y eso eleva el concepto de solidaridad. La trampa es pensar que la política se hace en los salones presidenciales o en los hemiciclos de los congresos; la política es una actividad callejera como lo son los juegos infantiles: ahí nace la imaginación y la inspiración también. Lo que está en discusión en este intercambio callejero, son los espacios de lo individual y lo colectivo; una política individual de enclaustramiento en casa realizada por décadas, nos mostró cuanta corrupción dejamos que avanzará. Lo colectivo está tratando de ponerle el freno al riesgo que durante años nos volvió vulnerables. Las manifestaciones colectivas, están rompiendo con esas etapas de vulnerabilidad, que a lo que nos llevaron fue a ceder derechos y bienes, que nos hicieron vulnerables a muchos males.

Por lo tanto entendamos que la política callejera está tratando de cerrar desigualdades y esto no es una cuestión azarosa, sino el inicio de un ejercicio de ciudadanía que ha nacido. ¿Cómo crecerá? eso es cosa que pertenece realizar en un futuro. En este momento, fuerzas ocultas en la mente colectiva que aún desconocemos, nos acompañan y una advertencia: sí mantenemos sectores que no pueden ejercer ciudadanía, mantendremos una sociedad desigual y traerá de nuevo los males que queremos evitar. Así que ¡Arriba la política callejera! Brindo por ella y porque la sigamos haciendo.

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