John Carroll
Es increíble a la velocidad que los acontecimientos políticos han estado sucediendo en Guatemala desde mediados de abril. En menos de cinco meses el país ha dado muestras de estar llegando a la adolescencia democrática que nos permitirá continuar en el camino del desarrollo. No cabe duda que los pueblos necesitan de eventos traumáticos para reaccionar y es un verdadero ejemplo como el pueblo de Guatemala, mi pueblo, está logrando encauzar sus fuerzas en el camino correcto. Somos en este momento, dentro de nuestro contexto, en nuestras ligas, el ejemplo a seguir porque hemos logrado establecer un movimiento revolucionario sin derramar una gota de sangre. Y con esto no quiero menospreciar a nuestros mártires, porque vaya si no los hay. Enfermos que murieron desahuciados en un hospital por la falta de atención primaria básica. Muertos que víctimas de un simple asalto o el más elaborado complot cayeron sin que nuestro pacto social hiciera poco o nada por responsabilizar a los culpables. Generaciones enteras de niños que simplemente perdieron el vagón del aprendizaje por la falta de una escuela adecuada. Familias que no encuentran paz ni superación por lo difícil que resulta encontrar un empleo que responda a ese deseo de mejora que la mayoría de nobles guatemaltecos traen en la sangre. Todo eso y más sucede actualmente en nuestro sistema ante los ojos de los incrédulos y el descarado actuar de los impunes. Ladrones gachos, desalmados que no reparan en lo que provocan porque se han acostumbrado a que hasta hoy lo toleramos todo.
El estado presente del movimiento social guatemalteco es importante, pero más importante es el hecho de caer en cuenta que formamos parte del sistema con sus virtudes y retos. Y solamente nuestras acciones podrán causar que el estado actual del pueblo mejore o empeore. Es vital recomponer el sistema para poder jugar bajo un marco legal diferente que tenga como objetivo central guardar celosamente el deseo de superación de los guatemaltecos para que no pueda ser tocado por nada ni por nadie y eso implica necesariamente la reconfiguración del sistema mismo, el imperioso deber de protegerlo y el necesario ánimo de perfeccionarlo de aquí a la eternidad.
Lamentablemente reorientar el rumbo de Guatemala no es tan fácil como echar a la cárcel a unos cuantos antisociales. Requerirá de más, mucho más esfuerzo y dedicación. Recordemos que la tradición constitucional, el sistema constitucional, es la de crear un sistema de gestión social que proteja a los individuos de los abusos que los gestores de poder tienden a cometer por ostentar el poder mismo. La idea es reducir al mínimo el poder discrecional de estos gestores de tal manera que se conviertan en meros operadores de procedimientos, leyes o reglamentos establecidos para mantener la paz, resguardar la vida y la integridad física, proteger la propiedad y velar por el cumplimiento de los contratos, nada más, nada menos.
Que orgullo sentí, que orgullo siento de mi pueblo, de mi gente. Ser chapín está de moda.