Luis Enrique Pérez

Conjeturo que el candidato que obtuvo la mayoría de votos en la reciente elección presidencial, es decir, Jimmy Morales, no tiene la peligrosa certidumbre de que también obtendrá la mayoría de votos en la segunda elección, porque no hay una extraordinaria diferencia entre el número de votos que él obtuvo, y el que obtuvo quien será su contendiente en esa nueva elección: o Sandra Torres o Manuel Baldizón.

Consulto las últimas cifras preliminares del Tribunal Supremo Electoral, y me percato de que Morales obtuvo 23.85% de votos; Torres, 19.76%; y Baldizón, 19.65%. Es decir hay una amenazante diferencia de solo casi 4% más de votos obtenidos por Morales. El número de votos, sumados, obtenidos por los otros candidatos, equivale a casi 28%. Sé que Morales sabe de estas cifras; y conjeturo que es lúcidamente consciente de la diferencia, a veces descomunal y catastrófica, que puede haber entre saber, y actuar conforme al saber.

En una segunda elección, en la que el candidato contendiente de Morales fuera Torres, es probable que una determinada proporción de quienes votaron por Baldizón, voten por Torres. Entonces podría incrementarse impredeciblemente la proporción de votos en favor de ella. También podemos afirmar que, en una segunda elección, en la que el candidato contendiente de Morales fuera Baldizón, es probable que una determinada proporción de quienes votaron por Torres, voten por Baldizón. También en este caso podría incrementarse impredeciblemente la proporción de votos en favor de él. Empero, no hay certidumbre alguna sobre esas proporciones.

Adviértase, por favor, que aludo a proporción de votos, es decir, a una cifra relativa, y no a una cifra absoluta. Esta advertencia es válida porque, en una segunda elección, aunque el número de votantes fuera menor que el número de votantes en la primera elección, la diferencia de proporción de votos en favor de cada uno de los dos candidatos puede ser mayor. Por ejemplo, en una segunda elección, la diferencia de proporción de votos entre ambos contendientes, si votara un menor número de ciudadanos, puede ser equivalente a 25%, aunque en la primera elección, en la que habría votado un mayor número de ciudadanos, esa diferencia hubiera sido de 4%.

Por supuesto, objeto de conjetura debe ser también el casi 28% de votos que obtuvieron, como un todo, los otros candidatos presidenciales. ¿Cómo se distribuirán estos votos, en una segunda elección? ¿La distribución será diferente si el candidato contendiente de Morales es Torres, o si es Baldizón? Es probable que algunos ciudadanos que votaron, por ejemplo, por Alejandro Giammattei (que obtuvo casi 6% de los votos), o por Zury Ríos (que obtuvo casi 6%), o por Lizardo Sosa (que obtuvo casi 5%), propendan a votar por Morales, y no por Torres o por Baldizón.

También podemos conjeturar sobre los denominados “votos nulos”, que equivalen a casi 4% del número total de votos válidos; y los “votos blancos”, que equivalen a casi 5%. Ambas clases de votos equivalen a 9%, es decir, casi la tercera parte del voto emitido en favor de los candidatos presidenciales que no ocuparon una de las tres primeras posiciones. Es probable que una determinada proporción de quienes emitieron votos “nulos” o “blancos” opte, en la segunda elección, por elegir a uno de los dos contendientes; elección que puede depender, no necesariamente de Morales, sino de quién sea su contendiente.

Sobre las elecciones celebradas el pasado 6 de septiembre, las últimas cifras del Tribunal Supremo Electoral que consulté, suministran esta información: habían sido emitidos 5,388,107 votos, de los cuales eran válidos 4,892,205; “nulos”, 224,954; y “blancos”, 270,948. En el padrón electoral estaban inscritos 7,556.873 ciudadanos.
Post scriptum. Reitero esta conjetura: Jimmy Morales, el candidato que obtuvo mayoría de votos (aunque no mayoría absoluta, por supuesto), no tiene la peligrosa certidumbre de ganar la segunda elección presidencial. Más precisamente, no debe tener esa certidumbre.

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