Isabel Pinillos – Puente Migraciones
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El universo comprende todo el tiempo, espacio y contenido. Todo lo que somos lo que fuimos y seremos. Nuestro país, se encuentra en un continente de un planeta que forma parte de una galaxia que vista desde el espacio se asemeja a una partícula insignificante dentro de millones de galaxias que coexisten infinitamente en el espacio.
Desde ese lente universal, me pregunto, ¿cómo llegamos hasta aquí, y cómo determinamos nuestro propio destino? Ya el gran astrofísico Hawkings predijo que el destino de la humanidad se logrará abandonando este planeta, ya que no hemos podido resolver los problemas de calentamiento global, agotamiento de recursos y la sobrepoblación que aquejan el mismo.
Pero, además, existe un fenómeno social del que he hablado en un plano regional, pero que actualmente se extiende a una problemática mundial que los países no han sabido abordar: el problema de la movilización humana. Si viéramos nuestro planeta desde la estratósfera, observaríamos superficies de tierra flotando entre grandes extensiones de agua, con vida propia, no se verían las fronteras del hombre, sólo las fronteras naturales marcadas por montañas, desiertos, lagos y mares que alguna vez estudiamos en clase de geografía y que actualmente están siendo cruzadas por cientos de miles de hombres, mujeres y niños que sólo intentan ponerse a salvo, alejándose de lo que hace poco llamaban su hogar.
En lo profundo de uno de esos mares, el Mediterráneo, se encuentran cientos de miles de personas ahogadas que no lograron completar la travesía. Huyeron debido al color de su piel, la fe que profesaban, a su ideología o simplemente por ser quienes eran y decir lo que pensaban, porque la norma de «vive y deja vivir» después de miles de años de civilización, todavía es un concepto que en muchas regiones no se ha logrado comprender. Es así como la imagen del cuerpo sin vida del niño Aylan, en una playa costera de Turquía ha logrado despertar la ira del mundo constituyéndose como un emblema de millones de refugiados que por la guerra o represión de sus gobiernos han decidido huir y arriesgar su vida y la de sus seres queridos para buscar refugio en Alemania, Austria y Grecia.
El fenómeno migratorio que venía en crecimiento debido en parte a la falta de voluntad política de tomar acciones, se salió del control de la comunidad internacional que no quiso ver las señales. El Papa Francisco ha pedido a cada parroquia del mundo que reciba a una familia de refugiados. Actualmente las cabezas de Europa están tomando medidas de contingencia para poder atender a los cientos de miles de refugiados de Siria, Irak y Afganistán, entre otros que ingresan al continente. Estos esfuerzos son empañados por las prácticas hostiles y odiosas de las fuerzas de seguridad húngaras, contra los refugiados sirios, recordando los días negros de los campos de concentración.
Atender la crisis migratoria en Europa y el mundo ya no sólo responde a razones humanitarias. Es un lamentable fenómeno que poco a poco, junto con las causas que describe Hawkings, contribuirá con nuestra propia autodestrucción. En el mundo de hoy, en que estamos conectados confortablemente a través de una pantalla, es necesario que conectemos con las personas más necesitadas, afuera de dichas pantallas. Imaginemos el mundo de Lennon, sin fronteras y egoísmos, todos los hombres compartiendo el mismo mundo.
Las guerras más cruentas de hoy no son entre los estados; son aquellas que se libran en el interior de los hombres, batallas en contra de la intolerancia y el odio, la resistencia a humanizarnos y poder desligarnos de nuestras propias visiones egocéntricas. ¿Cuándo, por fin, abriremos los ojos?







