Milo Rodas
Sociólogo y Politólogo Usac
Perdón querido lector pero no me refiero para nada a política que de eso no entiendo ni papa… Si fíjate querido lector que mi pierna izquierda fue determinante y fulminante cuando jugué en mi juventud… (Que te vas para no volver); Si no que lo diga desde ultratumba mi querido y recordado Mario Camposeco allá en la bella y siempre hermosa, la ciudad de la estrella y del talento dicen algunos, refiriéndome a Quetzaltenango. Futbol que practiqué con mucho entusiasmo y vigor, en mi viejo y recordado Palmar, en mi soñada Coatepeque, San Marcos, y porque no en mi querida Xela, jugando precisamente contra el equipo de Mario, no el oficial Xelajú, sino uno improvisado y armado por él en 5 minutos, así como el mío, partido memorable que duró 2 horas sin descanso y que terminó feliz y fraternalmente empatado a 4 goles, habiendo sido el que escribe estas memorables líneas el que logró ese empate, el cual fue obra de mi añorada pierna izquierda, gol que el mismo Mario cantó. Ese memorable partido lo jugamos en un campo de tierra como casi todos en esa dorada época, campo que la zona militar le robó a la municipalidad, no perdón era intendencia, no se había ido la dictadura Ubiquista. Olvidemos ya la política. Bien salvando lo anterior, retomemos el tema. Los recuerdos que trae el futbol son inolvidables.
Cuando me gradué humildemente de Maestro Rural, allá en mi bella Xelajú, en aquellos lejanos y queridos tiempos, cuando menos lo pensé me encontré con que llegó a la casa mi nombramiento para que comenzara a impartir mis primeras letras en mi recordado viejo Palmar, pintoresco, rico agrícolamente, pero peligroso por sus caudalosos ríos que bajan del Santiaguito (Cráter del Santa María) –cosa que muchos quetzaltecos no lo saben–. Tuve el gusto –y porqué no el honor– de fundar el equipo que hacía mucho tiempo había existido, pero a la fecha brillaba por su ausencia –suena a poesía lo anterior–. Fue en un tiempo en el que se había logrado revivir un cadáver que hacía mucho tiempo se había ido (Vuelve a aparecer la poesía). Por aquellos dorados y recordados tiempos en las fincas donde se cultiva excelente café, existían equipos de futbol. Buenos equipos me consta, porque lo viví. La Mosqueta, Candelaria y tantas fincas más de tantos recuerdos. Por circunstancias y azares de la vida, abandoné con nostalgia mi viejo y querido Palmar. Me trasladé a Coatepeque ciudad de inmensos y queridos recuerdos. Aparecí trabajando como maestro rural en una finca (Aparentemente había descendido de nivel como maestro rural siendo efectivo, pero quizá se debió a lo económico). En Coatepeque hice muy buenos, pero ya no existentes amigos.
Estos recordados amigos que antes menciono fueron los que gentil y cordialmente me ayudaron a fundar, armar y organizar el equipo de futbol de Coatepeque, que ahora regresa a la Primera División, siendo grato de sus habitantes que tanto admiré, pero ahora ingratamente gracias a sus vecinos alumbra la División Mayor. Escribió estas humildes notas.
Dedicado Fraternalmente a Chepe Barnoya y a mi nieto David Herrera.