Jorge Mario Andrino Grotewold
@jmag2010

Los ejercicios democráticos de las elecciones en cualquier país, traen siempre una esperanza para sus ciudadanos, pues representan la posibilidad de continuidad o cambio de políticas públicas de las que gozan. Además, brindan un espacio de oportunidad para descubrir nuevos liderazgos, nuevos caminos y la renovación de opciones económicas, sociales y políticas.

En el caso de Guatemala y el 2015, la jornada electoral pareciera no representar tanto, pues se habla que los cambios al sistema aún no se realizan, y aunque se escojan nuevos actores a nivel local, legislativo o presidencial, los resultados podrían ser los mismos. Sin embargo, la oportunidad que ha tenido el país de recambio institucional, al contar con una versión inédita de un gobierno de transición, precisamente brinda ese espacio de cambio que inicia a partir de las elecciones, y que tuvo su origen en las manifestaciones públicas y pacíficas realizadas en la ciudad capital y las principales urbes del país en los pasados cuatro meses.

Son esas manifestaciones y sus resultados -haber logrado la renuncia de sus mandatarios y la exigencia de modificar normas importantes- las que empujan que en la jornada electoral se logre más de un setenta por ciento de participación, que simboliza que los y las guatemaltecos(as) encuentran una esperanza en elegir nuevos empleados y funcionarios, y que están dispuestos a brindarles su confianza -limitada- para ejercer puestos de dirección. De eso precisamente trata la democracia y su éxito en la jornada de ayer.

La importancia también radica en lo aprendido en los pasados meses, no sólo para la población en general, que encontró eco en sus espacios de organización mediante las manifestaciones y el apoyo de diversos sectores como el empresariado, la comunidad internacional y los medios de comunicación independientes, sino también de los políticos que estaban ya subidos a un barco electoral para ese entonces, pues sin lugar a dudas han entendido que su accionar debe ser probo, eficiente y tolerante, y que de lo contrario, pueden hacerse cambios a nivel pacífico y público. El diálogo, la solidaridad y la transparencia se convierten en lo que debería tener un perfil de cualquier persona que ostente un cargo público.

Los logros alcanzados en estas acciones sociales de manifestación permiten también identificar que no se necesitan leyes para tener resultados, aunque contar con esas normas hace más fácil los cambios en la sociedad. Mientras no se reforme la Ley Electoral y de Partidos Políticos y se introduzcan elementos como el referéndum revocatorio, la población deberá estar vigilante y activa, para lanzar hacia afuera a aquellos funcionarios corruptos e incapaces.

Nuevos aires y lecciones aprendidas se tiene como resultado de un hastío social, que aunque le brinda su confianza a la democracia y al país mediante el voto electoral, no será tolerante con más desigualdad, corrupción o abuso del poder, y para ello contará con respaldos institucionales, políticos, económicos y sociales en su conjunto.

Guatemala tiene una nueva oportunidad a partir de la elección de alcaldes, diputados y presidente, pero si éstos no están a la altura de las necesidades de quienes le eligieron, igualmente deberán dejar sus puestos ante este despertar de la sociedad que se erige como el verdadero poder público del país.

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