Eduardo Villatoro

Como lo habían vaticinado los rumores más que las pocas encuestas previas a las elecciones presidenciales, Jimmy Morales resultó el vencedor inobjetable, mientras Manuel Baldizón y Sandra Torres disputaban el segundo lugar, cuando anoto estos apuntes hoy en la madrugada, y al contrario de lo que muchos politólogos habían pronosticado, el abstencionismo no llegó a las proporciones que esperaban los escépticos.

Debo advertir a mis contados y desvelados lectores que como carezco de las habilidades, conocimientos y olfato de los analistas políticos, sociales, económicos, penalistas y de cuanta materia se encuentre en la cima de la actualidad noticiosa, me abstengo de ahondar en los factores que impulsaron la victoria parcial de Morales, de suerte que sería un atrevimiento de mi parte augurar que el candidato menospreciado (por afamados científicos sociales) probablemente será el triunfador en la segunda ronda.

Este examen le corresponde exponer a la hornada de analistas que surgieron desde hace unas cuantas semanas, a raíz de que la CICIG y el Ministerio Público dieron a conocer los primeros resultaron de los procesos de investigación en la Superintendencia de Administración Tributaria, que en su primera fase ha arribado a asombrosos descubrimientos, que derivaron en la captura del señor Pérez Molina y la señora Baldetti, y que determinó, en inicial instancia, que ambos fueran conducidos a prisión, un hecho inédito en la historia de Guatemala y que ocurrió cuando se estaba a las puertas de las elecciones.

Esta acciones judiciales decrecieron la certeza que se tenía en torno al escepticismo de la mayoría de los guatemaltecos en el modelo del sistema de la democracia representativa prevaleciente en el país, y determinó que los que fueron elegidos hace cuatro años a los cargos más relevantes del Estado, se quedaron solitarios rumiando sus desilusiones y venganzas al ser abandonados a su suerte por sus más fieles servidores, lo que viene a demostrar que la lealtad entre la actual casta política está huérfana de sustentación, como lo han demostrado tantas veces, pero en esta ocasión favoreciendo involuntariamente los intereses democráticos.

Las manifestaciones de repudio a la clase política, representada especialmente por Pérez Molina y Baldetti, se constituyó en una especie de válvula de escape para que los guatemaltecos abandonaran su indiferencia y corrieran presurosos hacia la recuperación de sus legítimos derechos, atropellados desvergonzadamente por los políticos que se unieron en oprobiosa alianza.

El próximo Presidente se verá obligado a encabezar las reformas que se demandan a gritos, porque contará con el respaldo de la sociedad, con el ojo crítico y el dedo acusador de los guatemaltecos que despertaron de su letargo y recuperaron su dignidad, para hacerle frente a la corrupción y la impunidad.

(El analista Romualdo Tishudo cita este proverbio judío: -Con la mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver).

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