Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Tras su investidura como Presidente de la República, Alejandro Maldonado Aguirre confirmó lo que me había escrito a principios de semana, en el sentido de que entiende claramente el clamor popular y la indignación ciudadana por el desbarajuste del sistema político y que se propone aprovechar estos meses que faltan para que entregue el cargo a fin de promover las reformas que hacen falta para rescatar la democracia. En otras palabras, el nuevo mandatario tiene claro que el objetivo de su breve mandato será el de oxigenar el sistema político para asegurar que prevalezca la institucionalidad.

Yo tengo serias dudas de que el sistema político pueda oxigenarse si quienes le ponen la mascarilla son precisamente los mismos que se encargaron de asfixiarlo con las perversas acciones que dieron lugar a que todo en Guatemala funcionara en términos de alentar dos vicios puntuales. La corrupción extendida por toda la institucionalidad y la impunidad que no sólo protege a los corruptos sino que alienta a cualquiera a beneficiarse de esas enormes facilidades que existen para que los negocios del Estado provean beneficios a funcionarios y particulares que se vuelven millonarios con el tráfico de influencias.
Sin embargo, creo que tendremos que dar el beneficio de la duda al Presidente y al equipo que conforme para dirigir un esfuerzo que parece sobrehumano pero que, obviamente, hay que hacer. Peor hubiera sido que en su investidura negara la existencia de serios problemas para la democracia del país y que nos anunciara que simplemente se encargará de dirigir la transición. Abordó temas puntuales como el de las penurias derivadas de la escasa recaudación y de las erróneas políticas de gasto y eso significa que tiene clara la agenda inmediata.

Veremos si en su esfuerzo por concertación trata de convencer a los trabajadores del Estado de la necesidad de revisar los espurios pactos colectivos firmados por funcionarios venales e irresponsables que comprometieron las finanzas más allá de lo lógico y de lo posible. Parece correcta su decisión de solicitar mesa limpia para iniciar su gestión, efímera por cierto, pero que para tener resultados tiene que ser producto de un equipo de trabajo homogéneo que comparta con él esa idea de oxigenar a un sistema cadavérico.

Sigo pensando que el sistema no se puede reformar si para ello tenemos que depender de los diputados que son parte del problema, pero habrá que ver si con liderazgo el nuevo Presidente logra que se conforme un frente nacional de mucha presencia y fuerza para arrinconar a los sinvergüenzas y obligarlos a votar en función de país y no de sus propios intereses.

No es imposible y para ello lo fundamental será que se gane la confianza del guatemalteco que, con justa razón, es suspicaz porque no tiene muchas razones para poner su fe en palabras. De sus acciones va a depender mucho y de su capacidad para comunicarse, en todo el sentido del término, con esa pléyade de guatemaltecos que demostraron su cansancio con los vicios que han empobrecido al país.

El tiempo dirá si ese cadáver que es el sistema putrefacto, revive con el oxígeno que se le piensa aplicar.

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