Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Por mucho que era previsible y un escenario probable, los guatemaltecos amanecimos hoy con una noticia de impacto al conocer que Otto Fernando Pérez Molina había renunciado al cargo en medio de acusaciones de corrupción formuladas por la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y el Ministerio Público.

Hace 4 años, Pérez era el caballo ganador de los empresarios tradicionales y 2 millones 300 mil 979 guatemaltecos le dieron su voto porque “era el menos peor” y porque era mejor que llegara él y no Baldizón. Ahora se dan cuenta de las consecuencias de vivir en una “democracia” cuyos ciudadanos se conforman con el menos peor.

Pérez es hoy la cara más visible de un sistema colapsado que utiliza el voto de los ciudadanos únicamente como el vehículo necesario para poder llegar a ser el gran jefe del saqueo que se comparte con los financistas de cualquier origen o nivel, porque el nuestro es un sistema por y para los financistas que, con sus aliados en el Congreso, se aseguran de pactar las elecciones de Cortes para intentar garantizar impunidad a toda costa.

Guatemala atraviesa tiempos sumamente especiales porque la ciudadanía respondió al llamado de Iván Velásquez y Thelma Aldana, quienes a través de las instancias de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y Ministerio Público (MP) nos enseñaron que la justicia es el mejor rector social y el disuasivo perfecto para los miles de pícaros que tiene este país.

¿Pero se ha puesto a pensar que si no hubiera existido presión social, si en su momento Joe Biden, vicepresidente de los Estados Unidos no da el espaldarazo a la CICIG, para estas fechas ya no habría comisión (su mandato vencía en septiembre)? Tenemos que entender que algún día llegará el fin del ente internacional y aunque ahora el MP sea más fuerte, las reglas para debilitarlos están ahí intactas; es más, el MP está ahogado financieramente.

Es por eso que debemos entender que no podemos seguir con las mismas reglas. El 6S será un calco de la elección en la que se votó por Pérez, es decir, se irá a votar por el menos peor pero no nos podemos llamar a engaño pues el 6S es un formalismo para decidir quién, qué presidente, qué diputados y qué alcaldes nos asaltarán. Como todo acto delictivo, un hecho puede ser más traumático que otro, pero el asalto es seguro. Será solo cuestión de tiempo para estar en las mismas de Pérez y Baldetti.

Ahora es cuando debemos entender que el cambiar las reglas es un proceso traumático y que los intereses en juego son millonarios y de proporciones que no podemos imaginar. Que la resistencia de la clase política, de los poderes fácticos y tradicionales que han aprendido a vivir en la melcocha será feroz, pero no tenemos otro camino.

Si hablamos de salidas “legales”, una Asamblea Nacional Constituyente en la que puedan participar candidatos nominados por Comités Cívicos es indispensable e inevitable.

Ya es La Hora que entendamos como sociedad que debemos asumir un rol menos tolerante con la porquería y la corrupción, porque nos guste o no, con algo tan sencillo como pagar una mordida, colarnos o meternos en contra de la vía y no digamos prestarnos para un negocio “shuco” aunque sea en el ámbito privado, hemos sido parte constructora de este sistema que hoy nos rige.

En Guatemala se abre una ventana y de los ciudadanos depende si la convertiremos en la carretera del cambio o si desperdiciaremos una oportunidad única en la historia para responder al llamado de crear un nuevo modelo que nos permita pensar en una Guatemala más justa, honesta e incluyente en la que todos los ciudadanos, sin importar si somos pobres o ricos, ladinos o indígenas, derecha o izquierda, católicos o evangélicos, heterosexuales u homosexuales podamos cumplir nuestros sueños sin importar el color de la piel, el lenguaje que hablemos o el tamaño de la billetera.

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