Isabel Pinillos
ipinillos71@gmail.com

A tres días de la cita en las urnas, subsisten dudas de cuál será mi decisión final al momento de encontrarme en el recinto donde marcaré con un crayón de cera la concreción de mi derecho a elegir a quienes me gobernarán por los próximos cuatros años.

El panorama nacional parece un cuadro surrealista con imágenes en movimiento que cambian a cada instante. Pero no sólo el cuadro se transforma sin poder a veces registrar los cambios, sino también sube la intensidad de colores que gritan. Los sucesos de los últimos meses se asemejan más a una novela política de suspenso que ningún autor best seller haya podido conjeturar.

Lo inverosímil de nuestra situación como país es que en medio del proceso electoral, el gobierno de turno va a pasar la batuta al próximo gobierno en condiciones nunca antes vistas. En el transcurso de dos semanas, la exvicemandataria Roxana Baldetti fue ligada a proceso y puesta en detención. Otto Pérez Molina señalado como sujeto de investigación en el Caso La Línea, lo que lo catapulta como el mandatario más desprestigiado en los últimos tiempos. Las voces enardecidas, vuvuzelas y banderas entre cien mil personas cantando el Himno Nacional en la manifestación más grande de nuestra historia no fueron suficientes para lograr que renunciara el Presidente. Tampoco lo fue que dimitiera la mitad de su Gabinete, y la petición de cabezas de instituciones importantes del país, la Iglesia, la Procuradora General, el Contralor General, y hasta el empresariado organizado entre otros. Con cada aparición, Otto Pérez, con sus excusas y contra acusaciones, sólo logró aumentar el nivel de indignación de la ya burlada población.

La decisión de que se levantara el antejuicio por el voto unánime del Congreso el día de ayer finalmente dio un respiro a esta indignación colectiva. Esto a pesar de que a tempranas horas de la mañana grupos comprados se dieron tarea de impedir el ingreso a los diputados al hemiciclo con la clara intención de demorar el proceso de antejuicio. Pero lo más memorable de la jornada fue ver cómo un grupo de ciudadanos se colocaron como una valla humana que entre brazos y rosas entrelazadas, escoltaron a cada diputado hacia las puertas del congreso para que pudieran cumplir su cita con la Historia. Mientras escuchaba el conteo de votos por la radio, voto por voto fue sellando el destino de Otto Pérez Molina, de enfrentarse a la justicia y ser juzgado como un ciudadano común y corriente. El júbilo afuera del Congreso era ensordecedor.

Es desde esta agónica caída en que Otto Pérez dejará el cargo, en medio de unas elecciones muy complicadas, ante un pueblo desencantado. En medio de la vergüenza nacional, nos encontramos en el ojo de las noticias internacionales como un modelo de lucha contra la corrupción digno de imitar. Sumo a los héroes de esta coyuntura a la diputada Nineth Montenegro, al juez Miguel Ángel Gálvez, y al procurador de los derechos humanos Jorge de León, pero como siempre, resalto nuevamente el protagonismo de las personas que como hormigas se concentraron en calmar los ánimos para permitir la sesión en el hemiciclo, quienes representan a los miles de hombres, mujeres y jóvenes que han dicho “Yo no tengo presidente” y han sido el motor impulsor para propiciar los cambios que necesita el país.

Este domingo cuando acudamos a las urnas, ya sea que expresemos nuestro voto o antivoto, sepamos lo siguiente: el seis de septiembre es una fecha más. Los recientes logros de las últimas veinticuatro horas nos indican que somos un pueblo capaz de reescribir nuestra propia historia.

Artículo anteriorEl problema: ¿votar, anular o abstenerse?
Artículo siguienteVislumbre de justicia para Guatemala