Juan José Narciso Chúa
El 27 de agosto de 2015 se constituyó en el grito más alto y profundo que la población de Guatemala pudo externar para demandar una revolución; sí, así como lo oye, una auténtica revolución ciudadana, llena de civilidad, como la muestra más rotunda y más pacífica que un pueblo puede demandar. La revolución de las banderas, ese manto celeste y blanco que inundó la plaza de La Constitución y que llegó hasta los confines más lejanos de nuestro país, en donde los departamentos también se hicieron sentir, gritaron, pidieron, exigieron.
Unos días más, el 1 de septiembre, ese pueblo que exigió cambios, que planteó transformaciones, que urgió rompimientos de un sistema político, que únicamente generaba cambios hacia adentro y hacia arriba, tuvo una fisura grande, evidenció la caída estrepitosa del propio mandatario, quien ya no gobernaba, pero se aferraba a un mandato que la sociedad le quitó pacíficamente, lo destituyó, lo botó, silenciosa pero contundentemente, así civilizadamente.
El ¡basta ya¡ del sábado 27 de agosto, tuvo un eco enorme, 250 mil almas con sus voces exigían, pedían, hacían bulla, cantaban el himno con emoción, con fuerza y el martes 1 de septiembre tuvo el primer triunfo legítimo del pueblo. La presión ciudadana alcanzó a los diputados, quienes se vieron presionados, y muchos de ellos a regañadientes, se vieron obligados a quitarle la inmunidad a Otto Pérez Molina, uno de los mayores obstáculos para avanzar en el cambio del sistema político corrupto.
Hoy es un momento de felicidad, hoy es un quiebre en la vida política del país, y seguramente puede ser el inicio de una transformación para una nueva sociedad, hoy muchos pensamos que el porvenir de nuestros hijos y nietos puede ser distinto, puede ser mejor. Mi hija Sofía Alejandra me escribía más o menos así: gracias papá por haber luchado por un país mejor, hoy nos permitió la vida continuar con el cambio de otra manera. Mi hijo Juan José me señalaba: Hoy es histórico Tito Arias al bote. Lucía Gabriela se admiraba porque le habían quitado la inmunidad a Otto Pérez.
Pero también este cambio es un momento para la reflexión, se obtuvo un triunfo del pueblo, pero se requieren cambios de profundidad, de calado más grande, incluso las elecciones se convirtieron en un obstáculo, pues si hubiera habido más tiempo, se hubiera llegado más lejos, pero es necesario seguir, no se puede detener el clamor ciudadano, esta revolución pacífica continuará, pero por diferentes medios. Este nuevo pueblo ya no permitirá que lo engañen, que lo esquilmen, que los funcionarios se enriquezcan ilícitamente a costa de abandonar los servicios esenciales.
Hoy mientras trabajaba, buscaba tranquilidad, pero sin querer hurgaba en el ambiente, esperando escuchar celebraciones, expresiones de alegría, pero era más mi deseo que la realidad, pero de pronto escucho algarabía y gritos y Mónica acercándose feliz para compartir un triunfo que esperábamos con ansiedad. No lo puedo negar, me emocioné en mi felicidad, pensando en que hace años empecé esa lucha desde otros espacios y hoy se conseguía con otros medios diametralmente distintos, pacíficos y civilizados.
Las elecciones son el evento inmediato, lástima que se nos atravesó sin querer, pero igual ahí están. Estimo que las elecciones serán diferentes, plagadas de resultados extraños, no exentas de brotes violentos. Este es un momento de cambio, de alegría, de esperanza, de seguir en la lucha.
Los sábados de plaza mostraron que sí se podía y sí se pudo. El sol y la lluvia fueron nuestros cómplices. Gracias a todos los que llegaron a esos plantones, gracias a la Fiscal General, gracias al Juez Miguel Ángel Gálvez, gracias Jorge -actual PDH-, gracias a todas las expresiones de la sociedad civil, gracias a todos los campesinos y hermanos indígenas, gracias a todos los jóvenes. Un especial agradecimiento al Comisionado Iván Velásquez, su trabajo hoy se llena de frutos y logros.
Con todo respeto a los lectores, permítanme un pequeño espacio de procacidad para unirme nuevamente a mi consigna favorita de los sábados de plaza y gritar con fuerza: ¡Otto cerote te vas a ir al bote!