Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Todos los guatemaltecos tenemos la idea de que en cuestión de poco tiempo corresponderá al Vicepresidente Alejandro Maldonado Aguirre hacerse cargo de la responsabilidad de dirigir los destinos del país como consecuencia del antejuicio que se tramita contra el Presidente Otto Pérez Molina. Yo entiendo perfectamente que Alejandro no haya solicitado la renuncia del Presidente, pero cuando se produzca su separación del cargo le corresponderá asumir la responsabilidad de ir más allá de simplemente entretener la nigua para entregarle el cargo a quien resulte electo luego de la segunda vuelta.

Porque el país está en una encrucijada y urge un liderazgo capaz de forzar a que se adopten las medidas de corrección para modificar un sistema político que alienta la corrupción y la impunidad. En su mensaje publicado ayer, Alejandro coincide conmigo sobre los problemas estructurales del sistema, pero los centra en el perverso financiamiento de las campañas políticas, tema que es en efecto crucial, pero que no es el único vicio que se tiene que corregir.

He dicho, y lo sigo pensando, que Alejandro es un hombre del sistema y que no será fácil para él atacar muchas de las lacras que fueron avaladas por resoluciones en las que jugó un papel de enorme importancia en la Corte de Constitucionalidad. La forma de ser de Alejandro, esa su manera de explicar su visión del derecho, a lo mejor formalmente adecuada pero terriblemente dañina para una sociedad que se ve ahorcada porque, como cruel paradoja, la legalidad montada por grupos de poder empeñados en cooptar la institucionalidad, se ha convertido en una camisa de fuerza que impide por completo cualquier atisbo de reforma que anteponga los intereses del pueblo.

Alejandro tiene la opción de ser simplemente el sustituto que se haga cargo de la Presidencia para garantizar la transmisión de mando sin sobresaltos o asumir ese liderazgo que el país necesita para que se propongan reformas puntuales que allanen el camino en la lucha contra la corrupción del sistema y contra la impunidad. Personalmente creo que no tiene nada que perder si hace lo último aunque, desde luego, enfrentará meses muy agitados, mientras que si simplemente tomar la estafeta para pasarla a quien resulte electo en este proceso tan cuestionado, nadie le podrá echar nada en cara porque estará cumpliendo con su deber, pero creo que en su fuero interno siempre le quedaría la sensación de que pudo haberle hecho un gran servicio al país.

Cuando se produjo el escándalo de La Línea y tras la renuncia de Baldetti, hablé una vez con el Presidente y le dije que tenía que asumir un liderazgo para presionar al Congreso a fin de que se concretaran las demandas del pueblo. No lo quiso hacer, sin duda porque tenía compromisos que uno desconocía. Pero ahora públicamente le digo a Maldonado Aguirre que tendrá una oportunidad irrepetible para ejercitar la iniciativa de ley que le corresponde para proponer acciones que él conoce perfectamente y que pueden marcar la diferencia en el futuro político del país.

No me cabe duda que le tocará ejercer el poder y, en sus condiciones, yo aprovecharía cada momento para promover reformas absolutamente necesarias e indispensables.

Artículo anteriorCon solo votar no se hace la democracia
Artículo siguienteOrden público