GRECIA AGUILERA

Nuestra hermosa Bandera Nacional que se encuentra en la Plaza de la Constitución, había estado siempre tan sólo animada por el viento. Pero ahora los guatemaltecos y guatemaltecas se han fusionado con ella, y han sido ejemplares, expresando libremente su sentir en paz, con intensa voluntad popular, desde la primera gran manifestación del 25 de abril hasta la multitudinaria manifestación del jueves 27 de agosto de 2015. La población ha convertido a la Bandera Nacional en un verdadero símbolo viviente, para luchar así en contra de la corrupción y la delincuencia estatal. Cada una de las personas que asistieron ese día, sostuvieron y llevaron con orgullo nuestra Bandera, porque saben que la República es “la forma de gobierno en que el pueblo tiene la soberanía y facultad para el ejercicio del poder, representado por un presidente honesto.” Por ello, el virtuoso José Mujica afirma: “es la época de la República, donde en el fondo nadie es más que nadie.” La Bandera de Guatemala, en su constante ondear, me recordó con emoción los versos de mi poema titulado “Albura de Cielo y Nube” que escribí a nuestro Pabellón Nacional: “Espléndido es sentir el abrazo del viento a la bandera. Espléndido es ver cómo su color de cielo y nube se fusiona en las alturas y toda ella es cielo, nube, atmósfera y firmamento. Cómo ahora es indivisible e infinita. Con ímpetu bate el viento la bandera. La mece y acaricia con sus brazos transparentes. Con fuerza el viento ondea el estandarte, blasón de libertad de Guatemala nuestra patria, enarbolada por alas de ángeles y arcángeles, aún más allá de los confines del Universo.” Y pienso que de ahora en adelante, nuestra Bandera habitará eternamente enarbolada y extendida, no solamente en un asta, sino en el corazón de todos los guatemaltecos, gracias a la eficaz convocatoria de la Universidad de San Carlos de Guatemala, que hizo un llamado al Pueblo de Guatemala para realizar una caminata cívica y pacífica para “ratificar categóricamente su compromiso con la defensa del orden constitucional, la unidad nacional y la paz social, en estos momentos en los que las máximas autoridades de la institucionalidad del Estado se encuentran señaladas de encabezar estructuras criminales.” Su Rector Magnífico, Dr. Carlos Alvarado Cerezo, quien estuvo presente en esta histórica manifestación, expresó que es necesario escuchar el clamor de la ciudadanía, porque es evidente que queremos un cambio para la Reforma del Estado, siempre dentro del orden constitucional. Diversos sectores de la sociedad se unieron al “Paro Nacional” para rechazar con firmeza todo acto de corrupción y la malversación de los fondos del Estado. Dentro de las demandas sobresale ‘la aprobación de las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos’. El Tribunal Supremo Electoral ha ratificado que el próximo 6 de septiembre se realizarán las Elecciones Generales, por lo que los guatemaltecos deberán utilizar su derecho de acudir a las urnas para votar, tomando en cuenta que “El voto es un derecho y un deber cívico inherente a la ciudadanía. Es universal, secreto, único, personal y no delegable.” Y la manifestación del jueves pasado fue un verdadero testimonio del sentir de los ciudadanos, que refleja lo que establece la Biblia: “Yo, Dios, soy amante del derecho y aborrezco el latrocinio.” Y asevera: “Mejor es el muchacho pobre y sabio, que el rey viejo y necio, que no admite consejo.” Esta situación que se está viviendo en Guatemala, me recuerda el micro-relato de Augusto Monterroso que dice: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.” Asimismo se viene a mi memoria la obra que Lope de Vega bautizó ‘Fuenteovejuna’, que trata del enojo de un pueblo por los abusos de poder. “Entonces el juez pregunta: ¿Quién es Fuenteovejuna? ¡Todo el Pueblo, Señor!

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