Factor Méndez Doninelli

“…una niña de seis o siete años y su hermano, no mayor de tres, en cuyos rostros inocentes es fácil ver reflejada la desnutrición y precaria salud que los aflige.”

Llamo la atención de Procuraduría de Derechos Humanos (PDH), Procuraduría General de la Nación (PGN), Defensoría de Mujer Indígena (DEMI) y de organizaciones que velan por los derechos de la mujer, niñez y adolescencia.

Sobre la calzada Roosevelt, de occidente a oriente, debajo del puente para subir al Anillo Periférico, lado derecho de zona 11, observo todos los días cuando circulo alrededor de las 5:45 de la mañana, igual que seguramente lo hacen muchos de ustedes, a una joven madre indígena, a quien supongo soltera, con dos menores, una niña de seis o siete años y su hermano, no mayor de tres, en cuyos rostros inocentes es fácil ver reflejada la desnutrición y precaria salud que los aflige.

La madre indigente, con rostro angustiado, sentada sobre el cemento del paso peatonal suplica ayuda a quienes caminan apresurados por esa arteria capitalina. Como suele suceder, es seguro que más de alguna persona conmovida por el drama familiar, se compadece y comparte algunas monedas para que puedan pasar el día, mal alimentar tres bocas de seres humanos desamparados, que por su condición de marginados de la sociedad y excluidos por este Estado oligárquico y neoliberal controlado por mafias criminales y políticos mafiosos, sufren las consecuencias de la corrupción e impunidad que dominan el país.

¡Cuánto dolor y drama humano rodea a este grupo familiar! Niños hambrientos, sin futuro, que transcurren parte de su vida debajo del puente del Periférico, sin hogar, sin infancia feliz, aguantando hambre y todo tipo de limitaciones, son parte de más de la mitad de la niñez guatemalteca que padece desnutrición, niñas y niños muriendo de hambre o de enfermedades prevenibles y curables. Cuando observo esta trágica situación, reflexiono sobre sus pésimas condiciones de vida, ¿dónde duermen, cómo se alimentan, asisten a la escuela? y concluyo que como ellos, hay miles más que abundan en este país. Cualquier persona o institución interesada en este drama humano debajo del puente, puede verificarlo y entenderá que se multiplica por miles en todos los rincones del país.

¡Tanta indiferencia de la sociedad y desinterés de autoridades de Gobierno y del Estado!, indigna y carga de impotencia que atormenta hasta la conciencia del menos insensible.

La niñez guatemalteca importa poco o nada a los políticos que ahora compiten en una nueva carrera eleccionaria, sin presentar planes ni programas claros y concretos a favor de este sector social vulnerable. Gobernantes y políticos indiferentes gastan millones en publicidad y propaganda, mientras engordan sus bolsillos a costa del hambre y la muerte de miles de niñas y niños.

Niñas y niños trabajadores, explotados laboral y sexualmente por gente inescrupulosa. Niñas y niños emigrantes. Por completo desprotegidos, desamparados, sin oportunidades, con futuro corto e incierto. Carentes del goce de derechos humanos, de libertades fundamentales y de justicia social.

Las instituciones gubernamentales, estatales y de defensa de los derechos de la mujer, niñez y adolescencia tienen otro caso que atender, cumplan con su trabajo, rescaten a esta familia, ofrezcan a su madre y a los menores un entorno más humano, seguro, solidario y amoroso.

Puedo entender que una acción de esa naturaleza no soluciona la situación de los marginados, pero en este caso particular, vale rescatar al grupo familiar de la indigencia, el hambre, el infortunio y el desamparo. Espero que atiendan este llamado.

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