John Carroll

Es probable que el proceso electoral, como lo conocíamos hasta el día de hoy, haya cambiado para siempre. El Tribunal Supremo Electoral ha estado haciendo esfuerzos por poner a trabajar la precaria ley electoral y de partidos políticos con la misma valentía que CICIG, Ministerio Público y la ciudadanía decente. No cabe duda que la voluntad de los miembros del TSE es fundamental para que esta institución siga guardando el buen nombre que se ha ganado con el pasar del tiempo en la era democrática. Y claro, la actuación de los señores magistrados se facilita cuando el ciudadano decente le apoya en sus decisiones, que en cualquier caso estarán marcadas por la polémica.

Aun cuando faltan escasos diez días para la primera vuelta electoral, el Tribunal nos podría sorprender con decisiones que afecten la competencia política. Es probable que una decisión del tribunal desbarate el proceso electoral y profundice la crisis política aún más pero debemos entender que será el precio a pagar por años de desinterés cívico. Imagine un escenario en el que el Presidente del país se vea obligado a renunciar por la cantidad de información que le incrimina desde hace rato a oscuras estructuras delincuenciales mezclado con un partido político que ha gastado cientos de millones de quetzales en el afán de quedarse con la guayaba con total irrespeto a las llamadas de atención que el ente rector en materia electoral le hace constantemente.
El sector privado organizado se ha pronunciado claramente al solicitar la renuncia del presidente, pero no termina de dar el paso en firme y se niega a tomar medidas más fuertes sin necesariamente llegar a un rompimiento constitucional. Por el contrario, empresarios independientes han tomado en serio la preocupación del pueblo cerrando el jueves 27 los negocios en clara señal de protesta e insatisfacción con la clase política. Es mi opinión que la renuncia del presidente Otto Pérez Molina, aunque podría parecer intrascendente, es vital para liberar la presión social que se acumula día a día y que podría causar un estallido social de proporciones inimaginables. Fuera de la implicación o no del Presidente en actos delictivos, el Presidente debiera de dar un paso a un lado por simple incapacidad. No tiene, no tuvo, no tendrá capacidad para gobernar y las pruebas están a la vista de todos. No tiene ya ningún sector serio o que valga la pena de su lado y eso se llama incapacidad para gobernar, incapacidad para guardar la unidad nacional. La verdad es que lo único que sostiene al Presidente el día de hoy en el poder, es su débil alianza con Lider y la pasividad y desinterés de la ciudadanía. Lo sostiene la culpa que llevamos dentro, por haberle elegido y por haberle confiado. Lider ya pagó un altísimo precio que se hará patente el próximo 6 de septiembre pues la cantidad de escaños que logrará capitalizar serán muchísimo menos que los que creía tener asegurados hace unos meses.

Es importante participar en las protestas de hoy para seguir construyendo esa nueva ciudadanía que está harta de la corrupción e impunidad bajo la que vivimos. Recuerden que habrá que hacerlo de manera pacífica para no caer en las provocaciones del nefasto mandatario. Me gustaría pensar que a estas alturas hemos tomado conciencia de que el precio de la libertad es su eterna vigilancia.

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