La decisión del General Pérez Molina de convocar a sus huestes, a las que sobornó con los pactos colectivos, es el supremo acto de irresponsabilidad de su parte porque coloca al país al borde de una confrontación de imprevisibles consecuencias. No hay tales de la Guatemala profunda porque esa le vino del norte al gobierno que se dedicó a trabajar en la línea de hacer negocios y únicamente gracias a la complicidad de funcionarios indecentes, como los ministros Jorge Villavicencio y Cynthia Del Águila que se aconchabaron con los dirigentes sindicales de sus respectivas carteras, puede convocar ahora a quienes salen a la calle a defender sus canonjías más que al ya inexistente gobierno.

Usar a maestros y salubristas como punta de lanza de la corrupción es francamente irresponsable de parte del general Pérez Molina quien, obviamente desesperado y acorralado judicialmente, no encuentra otra salida que la de provocar la guerra entre los guatemaltecos, aunque esa medida extrema sea estéril porque de una u otra manera su suerte está echada y su situación no puede mejorar por mucho que ahora lo puedan arropar todos aquellos que se angustian para mantener a toda costa el sistema que pensaban explotar para hartarse con el dinero del pueblo en los años venideros.

Pérez Molina pudo enmendarse cuando se produjo la renuncia de Baldetti, si entonces pide el perdón que el domingo pidió tardíamente, y él mismo denuncia cómo es de perverso el sistema y propone los necesarios cambios para que el Congreso implementara con carácter urgente reformas para ponerle fin al esquema que alienta el constante y pernicioso saqueo de los recursos públicos. En abril, cuando dijo que el problema era el sistema, pudo explicitar la situación, diciendo cómo es que desde el financiamiento de su campaña, quedó comprometido con intereses ajenos a los de la Patria y por qué su gobierno sirvió puntualmente a oscuros grupos de poder económico, tanto tradicionales como emergentes y del crimen organizado.

Hoy sabemos que estaba demasiado comprometido como para emprender una acción de ese tipo, pero todavía pudo hacerle un último servicio a la Patria asumiendo con entereza su obligación de someterse a los tribunales de justicia.

Pero generar ese enfrentamiento que mañana puede ser trágico, cuando universitarios y gente que está harta de la corrupción se enfrente con huestes que necesitan apuntalar un sistema perverso que les da privilegios económicamente insostenibles, será el legado final de quien como ciudadano tuvo la oportunidad de servir al país y como militar pudo haber reivindicado a los miembros de la institución armada, pero en cambio decidió dar rienda suelta a la ambición.

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