Eduardo Blandón

Apurar la salida de Otto Pérez Molina del gobierno es un imperativo que no debería tener discusión. Ello, debido a la gravedad de los hechos según el cual se sospecha con bastante certeza y fundamento ser el principal promotor del saqueo del erario público nacional. O sea, su continuidad como Presidente de Guatemala es absolutamente inviable.

Es la razón por la que manifestar mañana o en los días que se requiera tiene carácter de obligatoriedad para la ciudadanía responsable, interesada en no ser sujetos pasivos, sino motor de transformaciones vitales para la sobrevivencia de la sociedad. No se trata de mendigar, sino exigir lo que en derecho nos corresponde.

Otto Pérez Molina debe saber que la ciudadanía está harta no solo del descaro de su proceder, sus mentiras, hipocresías y cinismo, sino de su deshonestidad. Los indicios aportados por la CICIG hacen sospechar que su transparencia no ha sido tal y el temor manifestado y las razones esgrimidas en sus últimas apariciones, hace más sospechosa su integridad.

El Presidente ha perdido legitimidad y es urgente que se someta a la ley. Tiene en estado de descalabro al país con una actitud irresponsable solo comparable a sus compinches de gobierno: Baldetti y compañía (sus asesores). Se aferra a cualquier costo, sin importarle lo que sientan los guatemaltecos. Es un hombre que orbita en una esfera desconocida.

Tan fantasioso y alejado de la realidad, Otto Pérez Molina, como Roxana Baldetti. Cínicos ambos. Corruptos. De lo peor surgidos del bajo mundo político. Los guatemaltecos no tenemos derecho a dormir sabiendo que ellos, despiertos, urden planes de latrocinio, desfalco y saqueo. No descansemos hasta no verlos fuera de los ámbitos de poder.

 

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