Eduardo Villatoro

A mí no me causó asombro la exposición del expresidente uruguayo José Mujica, porque –modestia aparte- si no fui el primero, por lo menos uno de los columnistas de Guatemala que, desde que me enteré que donaba el 90 % de su sueldo, divulgué y elogié la humilde conducta y sabias y sencillas palabras de uno de los políticos latinoamericanos que merecen el reconocimiento de sus virtudes, y su desdén por obtener riquezas al amparo del poder o de ambicionar convertirse en millonario, porque su objetivo como dirigente popular es irreconciliable con obtener lícitas o ilegales ganancias económicas.

Traigo a cuenta su ejemplo a propósito de dos correos vinculados a la exagerada codicia que distingue a capitalistas neoliberales. El lunes pasado me referí al caso de un juez “interino” que concedió libertad bajo fianza de Q150 mil a cinco de los principales accionistas del Bancafé, acusados de graves delitos contra 3,336 modestos guatemaltecos que confiaron sus ahorros e inversiones a ese banco, cuyos personeros transfirieron ilegalmente y con engaño US $200 millones a la offshore Bancafe International Bank.

Dos reacciones de sendos lectores me impresionaron. Una de ellas las del lector Jefrey Menéndez, quien se pregunta: ¿Por qué será que los bancos no extienden factura por los diferentes cobros que realizan?, incluyendo comisiones por cheques rechazados, por uso de tarjetas de débito, por estados financieros, por débitos de tarjetas de crédito, por intereses, por depósito de cheques sin fondos en cuentas ajenas. ¿Será que están exonerados del pago de impuestos? De no estarlo ¿por qué la SAT no interviene?

El otro comentario es del señor Fiis Buuke (¿?), quien asienta: “El capitalismo es libertad. Los que rebuznan son malos perdedores. Derecho individual, libertad de empresas, inversión de los ahorros. La oferta y la demanda determinan el precio de las acciones. Durante la burbuja inmobiliaria los banqueros compraron acciones sin fondos a cambio de comisiones. Es culpa es del que las vendió, pero es su libertad de vender producto bueno o malo”.

Los afectados, pues, no son más que asnos que rebuznan y que fueron sorprendidos en su buena fe. Los accionistas del Bancafé les aseguraron que sus inversiones y sus ahorros estaban garantizados por el prestigio y la seguridad financiera del banco, además de haberles proporcionados documentos que no eran avalados por la Superintendencia de Bancos, cuyo titular era el prófugo de la justicia Willy Zapata, quien tenía conocimiento de la falta de respaldo de esa institución a las inversiones dolosas del Bancafé y que se ha resistido a presentarse ante la justicia guatemalteca desde hace ocho años, tanto para evitar ser procesado por este caso, como por su actuación en otra estafa, la del Banco de Comercio.

(Romualdo Tishudo recuerda que todos los “asnos”” engañados han envejecido, mientras otros se suicidaron al enterarse que simplemente habían sido estafados, perdiendo el ahorro de sus vidas).

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