Para quienes hemos señalado la impunidad como elemento fundamental de la vida en nuestro país, este día es histórico, porque se produjo la orden de captura de la señora Roxana Baldetti Elías, exvicepresidenta de la República que se vio obligada a renunciar precisamente por los señalamientos que apuntaban a su papel como cabecilla principal de la red de contrabandistas conocida como La Línea, en la que operaban en primer fila su secretario privado, Juan Carlos Monzón, y su testaferro de confianza, Salvador Estuardo González, alias Eco.

Es histórico porque las investigaciones realizadas por la Comisión Internacional contra la Impunidad y el Ministerio Público permitieron descubrir la trama de uno de los muchos negocios que realizó la señora Baldetti desde el cargo de vicepresidenta de la República. Es sabido que ella se hizo cargo de controlar todos los negocios del Estado, siguiendo el patrón de lo que en el gobierno de Colom hizo su Secretario Privado, generando la más extensa red de corrupción, porque no había asunto que no estuviera bajo el control de la segunda figura en el Ejecutivo nacional.

Cuando hemos visto que en nuestro país siempre los corruptos se burlan de la ley, a la que no temen porque todo el sistema judicial responde a los pactos de impunidad que grupos de poder oculto suscriben con los partidos políticos, ejercicio que se ha repetido una y otra vez con distintos gobiernos, una captura como la de la señora Baldetti viene a ser como una bocanada de aire fresco para devolver la ilusión y esperanza de que algún día podamos ponerle fin a tanta desfachatez y cinismo de los corruptos en nuestro país. Hay que reconocer el mérito del trabajo de la CICIG y del Ministerio Público, a cargo de Iván Velásquez y Thelma Aldana, respectivamente, entidades que han jugado el papel de trascendencia histórica para iniciar un proceso de transformación que será largo y difícil, pero que con esta captura de hoy da un paso muy firme y grande hacia el logro de los resultados que los ciudadanos esperamos.

Baldetti se distinguió por su forma cínica de actuar, creyendo que manejaba ironía cuando en realidad su talento no daba para ello, y logró concentrar en su figura todo el desprecio histórico hacia los corruptos. Su renuncia no fue lamentada por nadie y, al contrario, generó el júbilo que ahora se observa más fuerte, más generalizado porque los ciudadanos queremos que ella y todos los que actúan de igual manera, terminen cumpliendo condenas y que sean despojados de los bienes mal habidos.

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