Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
No cabe duda que la presencia de Mujica en Guatemala fue una especie de bálsamo para un pueblo que busca con más afán que el de Diógenes al hombre justo y cabal que sea capaz de encabezar un movimiento de reforma para acabar con el modelo de corrupción e impunidad que nos domina. Y como para demostrar que estamos en la pura calle de la amargura, mientras la ciudadanía aplaudía, físicamente o por las redes sociales, la sabiduría del expresidente uruguayo, en el Congreso se producía uno de esos espectáculos que verdaderamente pintan de cuerpo entero a nuestra clase política, con actitudes de verdadero arrabal que son propias de quienes se hacen llamar nuestros representantes.
Contrastes que hacen reflexionar seriamente sobre nuestra patética realidad. Ya en la mañana parte del auditorio convocado por la Fundación Esquipulas había mostrado su rechazo a nuestros políticos cuando abucheó, por ejemplo, al expresidente Colom. Y es que mientras Mujica utilizó su escarabajo Volkswagen mientras fue presidente, en el estrado era acompañado por Álvaro Colom quien, con tal de no viajar ni siquiera en primera clase en un avión comercial sino a cuerpo de rey en avión privado, hipotecó los intereses del país para que sus flacas posaderas no sufrieran mucho con las esperas aeroportuarias. No digamos el reatazo que fue la afirmación de que a quienes les gusta el pisto que no se metan a política sino que hagan otra cosa, copa para tantos en nuestro medio, empezando por el mismo Vinicio que vendió Aviateca y regaló la concesión para los celulares, negocios que fueron de niño de teta comparado con lo que vino después, pero que abrieron el camino para la espiral corruptora, esa misma en la que han participado todos nuestros exgobernantes.
Mujica hablaba de valores, de principios y del sentido del servicio público, de la excelencia del ejercicio de una política orientada a satisfacer las necesidades de la población, mientras en el Congreso se mentaban la madre en medio de las maniobras para impedir que se pueda reformar el sistema y para asegurar que la impunidad siga siendo la constante, sobre aquella base tan eficiente de que “hoy por ti, mañana por mí” razón que ha servido para generar esos pactos entre los “oficialistas y su oposición” que siempre se terminan tapando con la misma chamarra que se estira ad infinitum.
De no ser por la Comisión Internacional Contra la Impunidad y su radical destape de la corrupción en el país, a estas alturas estaríamos viendo a los diputados ausentarse de las sesiones para trabajar sus reelecciones y a la ciudadanía presta para tomarse en serio eso de que “tu voto cuenta” y que en sus manos está el futuro del país, como si hubiera realmente donde escoger para facilitar las transformaciones que hacen falta.
La voz de Mujica no resonó en todos los rincones del país y por ello los políticos criollos están contentos y pueden seguir dándose en la madre como si tal cosa. No puso en riesgo su proyecto que sigue descansando en ese “voto que cuenta” que, para variar, servirá para consagrar el hueveo.