Javier Estrada Tobar
jestrada@lahora.com.gt – @JavierEsTo

La estrategia política del grupo legislativo de Libertad Democrática Renovada (Lider) detuvo ayer la aprobación de las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, lo que desató una ola de comentarios criticando a esa agrupación política y a sus socios parlamentarios. Y es comprensible, porque en medio del descontento ciudadano con la clase política, la población exige nuevas reglas en la legislación electoral para garantizar elecciones transparentes y democráticas.

El aspecto que no se toma en cuenta es que la iniciativa de reformas a la Ley Electoral es un engaño para la población, porque el documento que los diputados tienen en sus manos no establece un cambio sustancial en los aspectos que deberían regularse con urgencia, como la limitación del financiamiento privado, la eliminación de la reelección ilimitada o el reconocimiento del voto nulo vinculante.

Si bien la propuesta de los magistrados del Tribunal Supremo Electoral le apostó a hacer cambios importantes a la Ley, el dictamen que los diputados cambió sustancialmente el espíritu de las reformas y de ahí que todo resulte ser un engaño, que para muchos aún pasa desapercibido.

Por supuesto que no comparto que los diputados hayan retorcido la ley para dejar sin efecto las sesiones en las que se aprobó la iniciativa en primera y segunda lectura, pero me queda claro que nos metieron el gol mucho antes, cuando destrozaron lo que parecía ser una buena propuesta del Tribunal, con un dictamen discutido y negociado con la menor publicidad posible.

No solo fueron los diputados de Lider quienes tiraron por el caño las reformas, sino también otras bancadas que ondean la bandera de la transparencia ante la opinión pública, pero que la estrujan cuando sus negocios y aspiraciones se ven amenazados por las reformas que la población exige.

Considero que como sociedad todavía parecemos muy inocentes si esperamos que los mismos diputados cambien las reglas de su propio juego, y por eso tenemos que repensar la forma en que vamos a propiciar un cambio para depurar y renovar a la clase política.

Para algunos la idea de depurar al Congreso es radical y no garantiza una renovación en las curules, pero después de varios intentos de cambiar el rumbo de la política por las vías tradicionales, no queda más opción que buscar nuevas alternativas que apunten a un verdadero cambio.

Estamos a menos de un mes de las votaciones, que para nada son “elecciones” porque no hay opciones políticas que nos permitan elegir una nuevo camino para Guatemala, pero lo que sí nos ofrecen las papeletas son nuevos nombres y rostros para mantener vigente el sistema que durante muchos años nos han hecho daño, y esto tiene que abrirnos los ojos sobre las malas estrategias utilizadas hasta hoy para renovar la política.

Empecemos por renovar nuestra lucha por la transparencia más allá de las protestas con carteles, a fiscalizar concienzudamente a los diputados y a optar por una cultura de legalidad, como dijo el comisionado Iván Velásquez, porque está claro que hasta ahora no hemos logrado nuestro objetivo

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