Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
Una de las preocupaciones que tenemos aquellos que hemos entendido que el problema de Guatemala va más allá de quién nos gobierna, quién emite leyes, quién juzga, quién fiscaliza y quién investiga, es cómo lograr que pasada la elección los guatemaltecos no nos relajemos ni quitemos el dedo de la llaga en torno a lo que representa el sistema.
Tal y como están las cosas, no debería de haber elecciones bajo las mismas reglas, pero ahora resulta que se usa la ley como excusa para celebrarlas, como si no fuera que esa misma ley repudiada por tantos se la pasan por el arco del triunfo cada vez que se les antoja.
Como dije ayer, el sistema ofrece incentivos muy importantes para que los políticos y sus socios del sector privado lo mantengan contra viento y marea. Esos incentivos anuales son: las municipalidades manejan más de Q10 mil millones, los diputados (sin contar el pago en efectivo que reciben de sus amos) tienen para jugar Q14 mil millones y el Ejecutivo, tiene alrededor de Q45 mil millones para disponer.
Dichas cantidades astronómicas se manejan en total impunidad; por los casos recientes que la CICIG y el MP han destapado, los mafiosos han cuidado más las formas, pero los negocios no se han eliminado por una sencilla razón: las reglas del sistema siguen siendo las mismas y como ocurre en el narcotráfico, caen las personas, pero los negocios solo cambian de manos y de nombres.
Y uno de los riesgos de que la indiferencia en torno al sistema se materialice radica en que el 6 de septiembre termine ganando alguien más que Manuel Baldizón. No hay ningún candidato que logre aglutinar en el sector urbano tantos anticuerpos y tampoco hay ningún otro candidato que logre tanto apoyo en las áreas rurales.
Lo anterior hace que nadie quede indiferente y que las personas del área urbana lo miren como una amenaza y los pobladores del área rural, como una oportunidad.
Tengo mis dudas si el rechazo urbano hacía hacia Baldizón se debe a su origen o si es porque él representa lo que hacen los candidatos que ganan y que los hace llegar secuestrados al poder por quienes los financiaron, además que terminan dependiendo de los negocios que hagan los miembros de su partido..
En nuestro sistema, el que gana hace más alianzas, recibe más dinero, aglutina a más caciques, pero todos los que participan en bajo estas reglas hacen lo mismo y es ahí donde no nos podemos perder pensando que los demás no utilizan los vicios del sistema.
Existe el riesgo de que ganando cualquiera, menos Baldizón, el sistema pase a segundo plano porque los de siempre, los que han aprendido a vivir siendo parte de este sistema que deja réditos especiales, sentirán que saliendo del que no les gusta las cosas no serán tan malas y no será necesario mandar por un tubo al sistema. Justo lo que pasó con Portillo.
Eliminando a Baldizón existe el riesgo que la gente se acomode (ya perdonaron a Sandra y ésta ya ajustó su discurso mientras Morales se ve como un payaso o comediante de carrera y no como como amenaza) sin entender que TODO nuestro sistema político tiene a la corrupción como común denominador.
Sería un error que a Baldizón se le rechace más por su origen y no por lo que él y los demás representan del sistema; mi temor es que hay gente que desea evitar que los negocios terminen en manos de «pueblerinos» dado que, en la capital, se sienten todos muy cómodos siendo asaltados por personas de un estrato económico diferente.
Arzú cerró Crónica, casi acaba con mi abuelo, con La Hora, fue y sigue siendo intolerante con la prensa, pero nadie se rasgó las vestiduras como ahora con el tema de Baldizón y la libertad de expresión.
La vigilancia sobre el sistema la mantendrá la población urbana si gana Baldizón, si gana algún otro, la gente urbana pasará página y sentirá que los cambios ya no son tan necesarios.