Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

Hay maestros de maestros. Uno de ellos, don Jorge Chaluleu Gálvez, ha estado siempre en mi memoria por sus dotes y conocimientos, como por su innata característica de buen profesor de matemáticas, álgebra, geometría, trigonometría y física en el Colegio La Preparatoria y en otros establecimientos educativos. Agradezco siempre sus enseñanzas recibidas, las que después de tantos años transcurridos muchos las aplicamos a diario y lo más importante, haber aprendido a no enredar las cosas. Es increíble que ponerlas en su respectivo lugar y no querernos pasar de listos siga siendo una norma sencilla y fácil de aplicar para las ciencias exactas, como para todo en la vida, hasta en la política misma.

Digo lo anterior porque autoridades, tribunales, comentaristas, ciudadanos y políticos han estado hablando mucho sobre el Artículo 113 de nuestra Constitución que lisa, clara y puntualmente indica: “Los guatemaltecos tienen derecho a empleos o cargos públicos y para su otorgamiento no se atenderá más que a razones fundadas en méritos de capacidad, idoneidad y honradez” ¿Acaso la norma es difícil de entender y complicada su aplicación? ¿Por qué entonces recurrir a enmarañados argumentos y procedimientos? ¿Cuál es ese afán de los chapines por querer enredar las cosas?

Antes de escribir este comentario me hice varias preguntas, entre otras: ¿El actual ministro de Cultura pasa la prueba de idoneidad?; ¿el ministro de Salud ha demostrado tener capacidad para desempeñar el cargo? y ¿cuántos de los 158 diputados podrán pasar la prueba de honradez? No, no se necesitan aplicar muchas pruebas psicotécnicas, como utilizar complicados sistemas electrónicos para dar con las atinadas respuestas entonces ¿no podría aplicarse fácilmente esa norma en el momento de registrar las inscripciones de aquellos ciudadanos que desean optar a un cargo público de elección popular? ¿Los presidentes no han podido usar estas mismas preguntas para integrar su gabinete? y ¿los diputados no pudieron hacerse un pequeñísimo examen de conciencia antes de dar su voto a favor de tanto magistrado de ingrata trayectoria?

Si la Constitución es la norma superior y es la que prevalece sobre cualquier otra de menor jerarquía ¿por qué nuestros funcionarios y empleados públicos se hacen tantas bolas para aplicar tan lisa y llana disposición, la que hasta un niño de primaria la entiende fácilmente? Por ello es que cada vez que veo a alguien queriendo definir la limonada como la atinada mezcla de agua, azúcar y limón utilizando términos científicos y cada vez más enredadas descripciones, me es fácil distinguirlo entre quienes me quieren tomar el pelo o por tener ocultas, como sobradas razones para no cumplir sus deberes con ética, valores, principios y honradez a toda prueba.

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