Eduardo Villatoro
Sigo pensando que lo mejor que le puede suceder a Guatemala es que no haya elecciones mientras no cambien las reglas del juego, incluyendo reformas más profundas que las enviadas por el Tribunal Supremo Electoral al Congreso y que las recibió por mero formalismo, para dar la impresión que se interesa por la consolidación del maltrecho y agónico modelo de democracia representativa, para luego mofarse nuevamente de los compatriotas que aún tienen la ligera, superficial y ficticia confianza que se puede “salvar” la institucionalidad y rescatar las normas constitucionales, mediante debates que en el seno del Honorable no es más que una burla de parte de las bancadas mayoritarias, esa yunta de malvados del Partido Patriota y Lider, alianza que sólo bandoleros pueden convenir.
Soy del criterio que los graves conflictos socioeconómicos, políticos y culturales que nos han hundido en la corrupción más desvergonzada, no se resuelven mediante la acción de podar unas cuantas ramas de un carcomido árbol que está destinado a caer por su propia debilidad, pero todavía puede mantenerse durante cuatro años más, sino que se deberían arrancar de raíz todas las especies de plantas de tallo o tronco leñoso, hasta que no quede un chirivisco que logre sobrevivir.
También sigo sosteniendo que la opción más prudente y, a la vez, determinante que los guatemaltecos pueden ejecutar para demostrar su repudio a esta casta de políticos devenidos en vulgares delincuentes, -básicamente la mayoría de los llamados legisladores-, es anular los votos, para no permitir que persista la rapacidad y holgazanería en ese edificio convertido en circo y cueva de malvivientes.
Pero como lo dejé entrever hace un par de semanas, en lo atinente a la elección presidencial, se salvan dos o tres candidatos de limpios antecedentes; pero sin la menor posibilidad de alcanzar a los que ahora se han dado por llamar “los punteros”, de manera que desde mi particular perspectiva veo con lejana, vaga e incierta alternativa la postulación del actor, escritor, productor de cine y televisión, comediante y estudiante de teología Jimmy Morales, como lo califica el diplomático José Luis Chea Urrea, y no como lo clasifican con desdén varios presentadores de televisión, algunos de los cuales lo han denominado peyorativamente “payaso”, pero que cuando lo han entrevistado, inician el encuentro con aires de superioridad, mas al terminar la cita se les nota su gesto de ira y frustración porque no han sido capaces de arrinconarlo y ridiculizarlo.
Pareciera que hay una sorda confabulación mediática de ignorar la presencia de Morales en el entorno político para descalificarlo e ignorarlo, basándose en que carece de recursos económicos para colocar un solo anuncio por la televisión o desplegar un espacio en los diarios impresos, además de carecer de estructura partidaria y de experiencia en la conducción de alguna dependencia del Estado, pero rechaza compromisos con financistas.
Me causa la impresión que fuera del señor Baldizón y de la señora Torres, no hay otro aspirante presidencial que pueda obtener el voto mayoritario de los guatemaltecos, mientras se comenta que Morales ya ocupa el segundo lugar en presuntas encuestas que ninguna información periodística confirma.
Si se considera que ni el candidato del Lider ni la aspirante de la UNE tienen las calidades y cualidades morales, éticas y cívicas para dirigir el país y si se persiste en no “romper la institucionalidad”, como han venido haciendo los gobiernos que se han sucedido al violar constantemente los derechos e interés de los guatemaltecos engañados, y necesariamente se realizarán las elecciones el 6 de septiembre, queda la opción de un debutante político despreciado por exquisitos analistas, ostentosos presentadores de televisión y talentosos columnistas de prensa.
(Cierto diputado le comenta a su chofer Romualdo Tishudo: -Dicen que hay políticos metidos en el narco ¡Terrible cómo se ha degradado la droga!)