Juan José Narciso Chúa

Los partidos políticos siguen constituyéndose en el fiel de la balanza para mantener el sistema. Su empecinamiento en aferrarse al “juego de la democracia”, que hoy significa: a) no aceptar que las elecciones se posterguen; b) no acabar con la reelección; c) mantener la opacidad en el caso del financiamiento privado; entre otras, no constituye más que la demostración que no existe voluntad de cambiar nada. Sin duda los partidos mayoritarios –PP y Lider–, son los que buscan a toda costa “salvar este sistema”, que ha demostrado con claridad la podredumbre en la que se ha desenvuelto y que únicamente ha favorecido a estos políticos, que no juegan a la democracia, como ellos creen, sino fundamentalmente se aferran a su curul, que es el espacio desde donde tejen todos los “negocios”, que les han constituido las fortunas que hoy se resisten a abandonar.

La democracia no es eso. La democracia parlamentaria representa el espacio en donde los legisladores deciden la aprobación de leyes de beneficio para la sociedad, una cuestión clave, pero que a ellos se les olvidó desde hace 30 años fácil y más bien se dedican a ser mercaderes de intereses propios y privados, en donde el intercambio les ha resultado favorable para enriquecerse, a costa de abandonar un papel trascendental para los ciudadanos de este país.

Hoy, a pesar de todo lo que ha venido a descubrir la CICIG y el MP, en donde se ha demostrado con pruebas fehacientes, cómo diputados, un candidato a vicepresidente, quien utilizó su puesto de presidente del banco central, usaron puestos y espacios de poder para asegurar negocios de beneficio particular, que les redituaba enormes cantidades de dinero ilícito.

Esto no es nuevo. Esto todos lo sabíamos, pero la diferencia actual es que hoy ha sido expuesto a la opinión pública, con todo detalle y se han iniciado procesos judiciales para llevar a los responsables a juicios en donde deberán demostrar su inocencia, a pesar que las pruebas son evidentes en su contra. La democracia para estos personajes, sigue siendo un “juego”, pues la realidad no les interesa que el país sigue erosionando su credibilidad, los servicios esenciales continúan siendo parte de ese juego del enriquecimiento ilícito, por lo que resulta imprescindible aferrarse a los huesos a toda costa. Nada de concesiones a la sociedad civil, nada de cambios profundos a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, para nada. Acá el juego democrático impone que se celebren elecciones y que los candidatos siguen vendiendo productos de fantasía: como el empleo, el terminar con las extorsiones, la seguridad, los programas sociales, pero nunca dicen cómo lo piensan hacer, ni lo harán.

Simplemente, el objetivo es continuar con el juego democrático hasta las últimas consecuencias, total las elecciones son casi en un mes y ese espacio, según ellos, asegurará la pervivencia del sistema. Creer que la ciudadanía aceptará toda esta farsa calladamente es una apuesta equivocada, simplemente pretender que todo pasará con las elecciones y que nos seguirán engañando fácilmente, también es un craso error. Estimo que ese “juego democrático” terminó, aunque crean que las elecciones son el factor de cambio. La sociedad cambió a partir de aquel cercano 25 de abril y los sábados de protestas, en donde se manifestó civilizadamente nuestro repudio al sistema. El secuestro de la política por los políticos incluyendo la democracia, tiene sus límites y seguramente con las elecciones –que serán un indicador de desencanto–, no terminan las cosas. La protesta continuará por diferentes vías y si no se nos escucha, seguramente las formas tomarán rumbos distintos, no nos va a quedar otra. La ciudadanía, el pueblo, el soberano quiere transformaciones profundas, cambios para siempre. Y hoy es la oportunidad de todo ello.

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