Martín Banús
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El general Jorge Ubico Castañeda asume la Presidencia de la República en el año de 1931 y es obligado a renunciar en 1944, después de catorce años de ejercicio totalitario y dictatorial en el que prácticamente entregó el país a los intereses de empresas norteamericanas, como la United Fruit Company.

Ubico fue parte de esa generación de dictadores, que gobernó al mundo durante esos años. En El Salvador estaba Martínez, en Honduras Tiburcio Carías, en Nicaragua Anastasio Somoza; en R. Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo; Rojas Pinilla en Colombia; Perón en Argentina; Mussolini en Italia; Francisco Franco en España; Adolfo Hitler en Alemania; etc. Podría decirse, que esa era la forma de gobierno del momento, y no un simple capricho de Ubico.

En nuestros días, la moda es el mamarracho este que insisten en llamar “democracia”, farsa ésta, que ha socavado ya todas las instituciones, con un costo en vidas, en rezago social y económico, ¡simplemente incalculable!

Sin embargo, Jorge Ubico, aparte de esa faceta dictatorial por la que muchos lo reconocen, presenta también algunas facetas positivas, por cierto, que hoy extrañamos muchos guatemaltecos…

La administración de J. Ubico, a pesar de que enfrentó la Gran depresión del 29, la presión aliada producto de la II Guerra Mundial y las consecuencias de aquella rebelión de campesinos en 1932, en El Salvador, guiada por preceptos marxistas, su administración se caracterizó por su gran organización y control sobre la Administración Pública, gracias a la Contraloría General de Cuentas de la Nación y a su Tribunal de Cuentas (creación ubiquista), con las que combatió y castigó frontalmente y sin miramientos, toda forma corrupción gubernamental.

Otro aspecto que preparó el terreno sobre el cual el Gobierno de J. J. Arévalo sembraría y cosecharía tan magnas y fructíferas cosechas, fue el esmero que caracterizó a Ubico en cuanto a la estabilización de las finanzas del Estado, para lo cual redujo sustancialmente el gasto público, producto, entre otras causas, de aquella depresión en EE.UU. ¡Don Jorge dejó unas finanzas sanísimas!

Ubico también reprimió, con un rigor extremo, toda forma de delincuencia en las ciudades del país. Según fuentes consultadas, en 1936 los asesinatos y homicidios descendieron de 184 en 1932, a 39 en 1935, lo que representa una disminución de alrededor del 80% de estos, en tan sólo tres años de gestión. Así también disminuyeron ostensiblemente muchos otros delitos que hoy parece imposible de detener.

Por su parte, el Dr. Juan José Arévalo Bermejo, gana en 1944 y asume en 1945, con el 85% de las papeletas… Es decir, con un apoyo popular enorme, lo que le confirió la solvencia política así como la fuerza y la autoridad necesarias, para tomar medidas y reformas, -repetimos-, excepcionales y nunca antes vistas en Guatemala. Contó además, con el incondicional apoyo del Congreso.
En realidad no es cierto que Arévalo nos haya proyectado al futuro, pues aun con sus seis años de su productivo mandato, eso no era posible, pero sin duda sí nos hizo recuperar décadas, en prácticamente todas las directrices ministeriales de su gobierno. Pero quizás lo más importante es que, Arévalo sentó un precedente que nos ha servido de referencia para evaluar a los subsiguientes e incluso, anteriores gobiernos al suyo. Aunque no nos puso tampoco a la vanguardia socio-económica de Latinoamérica, el Dr. Arévalo sí nos dejó, al menos, orientados en esa dirección.

No ahondaremos ahora, por razones de espacio y tema, en su extensa y trascendental obra presidencial, pero sí consideramos imprescindible, -ahora que nos encontramos en una crisis insondable e impredecible en su final-, llamar a la reflexión sobre las condiciones en las que el natural de Taxisco, Santa Rosa, y académico de la Universidad de Tucumán, Argentina, recibió al país, porque raras veces se toma ello en cuenta.

Con frecuencia escuchamos que el mejor gobierno habido en Guatemala, fue el presidido por el de Arévalo Bermejo y aunque estamos básicamente de acuerdo, sabemos que tales afirmaciones pueden ser traicioneras. El problema es que pasamos por alto el contexto general de cada administración y perdemos así, objetividad.
Un ejercicio mental que podría ser interesante para el lector, sería considerar lo que Arévalo hubiera podido lograr, si hubiera recibido al país con un Congreso, un Organismo Judicial, una mafia y una corrupción tan extendidas como lo están hoy, contando para ello, no con seis años como en su momento, sino con sólo cuatro.
¡Difícilmente su Presidencia podría ser lo que fue! En el mejor de los casos, terminaría su gestión sin mayor pena ni gloria… ¿Por qué?
Porque el Congreso lo habría extorsionado cada vez que hubiera podido; muchos medios lo hubieran chantajeado para que pautara con ellos, a cambio de no difamarlo o sabotearle su gestión; la financiación de su campaña presidencialista, lo hubiera comprometido con todo tipo de favores y problemas; su labor desde el ejecutivo se vería empañada por una atmósfera de crimen y asesinatos, debido a una administración de justicia totalmente ineficiente. El votante, como lamentablemente suele proceder, no le hubiera dado el Congreso y hubiera gobernado muy solo.

Así, seguramente la memoria que tenemos sobre Arévalo, ¡sería otra!

 

 

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