Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

Históricamente las crisis dentro del sistema democrático se han resuelto mediante la participación y el diálogo de la mayoría de sectores que integran una sociedad. España obtuvo el Pacto de la Moncloa, Chile la Concertación y Colombia inició su transformación a partir del Bogotazo.

El logro de un acuerdo, como se evidenció a raíz de lo que en Guatemala conocemos como el “Serranazo”, donde el presidente de la República, mal interpretando la Constitución pretendió cancelar el Congreso de la República, la Corte Suprema de Justicia, la Procuraduría de los Derechos Humanos, la Corte de Constitucionalidad y otras instituciones, se resolvió respetando el Estado de Derecho, utilizando al Congreso para elegir un presidente y un vicepresidente que concluyeran el mandato del Ejecutivo.

A su vez, el Congreso de la República se autodisolvió y se eligió para concluir el período constitucional un nuevo Congreso, modificándose de forma limitada la Constitución.

En el actual momento las manifestaciones que durante más de trece semanas ha realizado parte de la clase media en la Plaza de la Constitución, deben encausarse y no aprovecharse de forma parcial por grupo alguno para ser la causal que nos lleve a reconocer que los 30 años de período constitucional han llevado a un momento en que debe de cambiarse aspectos de la Constitución y así revitalizar el Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial, especialmente el sistema político.

Ello no significa actuar hipócritamente sino dar la cara a la población y explicar que parte de la evolución no solo es el remozamiento y actualización de la Constitución, de la Ley Electoral y de Partidos Políticos, de la Ley de Servicio Civil, de la Ley de Compras y Contrataciones, sino atreverse a salir de sus cuevas y castillos, no abusar del momento con la excusa que una nueva semilla cambiará Guatemala.

Todos los sectores económicos, sociales, académicos y populares deben de participar, hacerlo sabiendo que todos tienen que dar, ceder. Nadie es perfecto, ni mucho menos lo es quien no se atreve de cara al pueblo a opinar y a negociar.

Pretender imponer el punto de vista propio sin comprender que todos son parte de la sociedad y de la necesidad de cambio, es como se dice popularmente, “ser dos caras”. Ello fue en buena parte el motivo por el que el Pacto Fiscal, proveniente de los Acuerdos de Paz y la reforma de la Constitución y otras normas que estos acuerdos implicaban, fracasó porque tanto la izquierda como la derecha se sentaron pero no lo hicieron de buena fe, lo que ha implicado que hasta el momento continúe solapadamente un enfrentamiento.
En una democracia el pueblo debe estar representado, no es con subterfugios como se gana una diputación. Las cuotas obligatorias de hombres y mujeres, de ladinos o indígenas son antidemocráticas.

El Organismo Legislativo debe ser pluralista y representativo; por consiguiente, es la capacidad, es la participación real la que permite que un hombre o una mujer, una mujer o un hombre, sean electos.

Sería positivo que los autonombrados miembros del Movimiento Semilla hicieran un partido o se inscribieran en el partido político que estimen conveniente y de frente a la población explicar y convencer por qué todos o cada uno de ellos deben ser electos.

Predicar no es lo mismo que dar testimonio.
¡Guatemala es primero!

 

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