Luis Enrique Pérez

Probablemente no hay atributo del ser humano que más atención haya merecido de los pensadores occidentales, que el atributo de la libertad. Hasta se ha pensado que es un atributo natural, es decir, que la libertad es parte de la naturaleza humana. Dios mismo tenía que haber otorgado libertad al ser humano. Precisamente Agustín de Hipona afirmó que Dios había incluido las acciones libres entre las causas que actúan en el mundo; pues, teológicamente, sin libertad no tenía sentido la culpa o el arrepentimiento.

Thomas Hobbes afirmó que “la libertad consiste en que el hombre no encuentra un límite para hacer lo que quiere, o lo que desea, o lo que se propone hacer.” La libertad, afirmaba Hobbes, era ausencia de impedimentos externos. Según él, “el derecho natural es la libertad que cada hombre tiene de emplear su propio poder… para preservar su propia vida… y, consecuentemente, para hacer cualquier cosa que, según su propio juicio y razón, él crea que es el medio más idóneo para tal fin.” Hobbes creía que, cuando el ser humano abandonaba el estado de naturaleza, y se convertía en miembro de una sociedad, renunciaba a la libertad natural, y la intercambiaba por una libertad civil. Esta libertad consistía en hacer lo que la ley de la sociedad no prohibía, o en no hacer aquello a lo cual la ley no obligaba.

John Locke afirmó que la libertad natural consistía en hacer lo que uno quería, sin coerción o impedimento. En estado de naturaleza los seres humanos estaban sujetos únicamente a las leyes de la naturaleza. En la sociedad civil, sin embargo, los hombres también tenían que estar sujetos a leyes humanas. Entonces la libertad consistía en hacer todo aquello que no estaba prohibido por las leyes de la sociedad.

Charles-Louis de Secondat, barón de La Brède y de Montesquieu, afirmó que la libertad consistía en poder hacer lo que uno quería hacer, o en no ser compelido a hacer lo que uno no quería hacer. Baruch Spinoza creía que la acción humana era determinada por pasiones o por razones. Si el ser humano era gobernado por sus pasiones, era un esclavo. Solo era libre el ser humano que era gobernado por la razón, porque solo de esta manera el ser humano actuaba conforme a su voluntad.

La libertad consistía, según John Stuart Mill, en no estar expuesto a normas externas, que fueran impuestas o que fueran coercitivas. La libertad del ciudadano aumentaba conforme el poder del gobierno disminuía. El mejor gobierno era el que menos gobernaba, o el que no gobernaba más de lo necesario para la seguridad pública.

Manuel Kant afirmó que “la libertad consiste en no depender de la voluntad coercitiva de otro ser humano”, o en la ausencia de causas que obliguen al ser humano a actuar en contra de su voluntad. Sin embargo, en la sociedad regida por leyes, o comunidad jurídica, la libertad tenía que estar sujeta a límites, con el fin de que fuera posible la libertad de todos los miembros de la sociedad.

Kant afirmaba precisamente que era necesario limitar el derecho a la libertad de cada ser humano, para que fuera posible el igual derecho a la libertad entre todos. No era ni el legislador, ni el juez ni el gobernante quien arbitrariamente tenía que imponer límites a la libertad. El único límite tenía que ser aquel que era necesario para garantizar que todos los ciudadanos fueran igualmente libres. Cualquier limitación adicional era un abuso de quienes ejercían el poder del Estado. La función suprema del Estado debía ser administrar el derecho; y parte esencial de esa administración era limitar la libertad de cada uno, para que todos pudieran ser igualmente libres.
Post scriptum. Tesis de Kant : “La libertad es la única igualdad posible entre los seres humanos, y también la única igualdad innata. La libertad es la única igualdad que pertenece a cada ser humano por el hecho mismo de su humanidad.”

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