Juan José Narciso Chúa

Cuando nos encontramos casualmente aquél día hace un par de semanas, no pasó por mi mente que sería la última vez que platicaríamos. Resultó un encuentro fortuito, no programado, yo saliendo de un banco y vos caminando en la misma calle junto con tu hijo. De banqueta a banqueta nos saludamos en el contacto visual, luego me atravesé y ahí ya pudimos entablar una pequeña plática. Noté tu semblante un tanto afectado y me contaste con mucho dolor que recién había muerto tu mamá, situación que te había hecho mucho daño emocional, pero adicionalmente me dijiste que una especie de asma te había complicado tu estado de salud, pero que ya te encontrabas bajo un tratamiento, con lo cual te ibas sintiendo poco a poco mejor. Nos despedimos con el mismo cariño de siempre, comprometiéndonos a almorzar en el corto plazo.

El sábado de la semana pasada recibo una llamada de nuestro común amigo el “Chino Patán”, quien me cuenta que se había enterado que te encontrabas hospitalizado y sin visita, lo cual me preocupó aún más. Estuve marcando tu celular ese sábado por la tarde y noche, pero nada.

El domingo después de correr y desayunar con mis hijos, decidí ir al Hospital del IGSS de la zona 9, traté de entrar pero no me lo permitieron, indicándome que debería preguntar en la planta, en donde me entregan un pequeño papel con tu ubicación en dicho centro, así como señalándome que te “encontrabas estable”. Llamo de ahí mismo al Chino y le comento y ambos nos quedamos tranquilos. A la media hora de nuevo el Chino me llama confundido que en las redes sociales circula mensajes de pésame por tu fallecimiento, cuando en el propio hospital del IGSS me acaban de decir de tu supuesta estabilidad, cuando en realidad habías fallecido una hora y media antes. Me pareció irresponsable que en el IGSS me hayan dado una noticia, no solo falsa, sino adicionalmente completamente tardía, reitero, una enorme irresponsabilidad.

Pero esa era la triste realidad. Luego de la despedida dolorosa, en donde pude conocer a parte de tu familia, también pude platicar con tu papá y hacerle referencia sobre mi viejo, él inmediatamente me dijo, usted es hijo de Chicho mi gran amigo.

La vida hoy nos ha quitado de tu presencia Alfredito y resulta un enorme vacío saber que no estás, pesa mucho tu ausencia. Sin duda voy a extrañar nuestros almuerzos en donde siempre prevalecía la discusión sobre la realidad nacional, coincidíamos en lo difícil que resultaba nuestro país, pero igual imaginábamos siempre soluciones para hacer de nuestra sociedad distinta. Alfredo siempre fuiste un estudioso permanente, no dejabas de leer, cada encuentro resultaba en una discusión también sobre nuevos autores, sobre nuevas propuestas e incluso hacías un uso permanente de la investigación, con la cual planteabas tus puntos de vista con mayor seriedad y rigurosidad.

Nuestro pasado era común por el glorioso Instituto Nacional Central para Varones, a pesar de ser de diferentes promociones, pero nuestra amistad se hizo cada vez más sincera y de mutuo cariño. Nuestros espacios de reflexión y aproximación a la realidad eran comunes, nuestros afanes por un mejor país también eran coincidentes. Pero hoy tu ausencia será difícil de sobrellevar, tus llamadas periódicas, tus bromas permanentes y agradables se quedarán en mi memoria para siempre. Descansa en paz Alfredo, hasta siempre querido amigo.

Artículo anteriorEntre injerencia e independencia
Artículo siguienteHay buenas noticias