Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

En días pasados, el jefe de la Comisión contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), Iván Velásquez, llevó a las redes sociales su sentir sobre el momento que está viviendo Guatemala y dijo: «Poco servirán al país los esfuerzos que CICIG y MP hacen para combatir la corrupción, si el OJ no asume su responsabilidad histórica».

Razón tiene el comisionado porque yo siempre he pensado que la justicia debe servir como una red de seguridad para contener a los pícaros ante la falta de ética, valores y principios que aquejan el actuar social; la aplicación de la ley debe ser el mejor y más eficiente correctivo y en Guatemala, las mafias se han asegurado que esa salvaguarda sea inexistente y peor aún, han secuestrado la justicia para proteger sus perversos intereses.

Velásquez tiene razón, pero se quedó corto porque en realidad todos los guatemaltecos que deseamos un mejor país tenemos una cita con la historia en este momento crítico para romper el molde de un esquema que descansa sobre la corrupción y el tráfico de influencias que garantizan impunidad.

Y digo lo anterior porque hay algunos que ilusamente piensan que aquí todo se resuelve con que «gane el menos peor»; hay algunos que creen que el clamor de que en «estas condiciones no se quieren elecciones» es de izquierdistas que quieren volver al pasado», pero, o no reparan que no podremos esperar nada diferente jugando bajo las mismas reglas o son parte del vicio.

Los políticos señalados se limitan a decir que esto es una conspiración en su contra, que todo se trata de una campaña negra y que son honorables cuando las pruebas demuestran lo contrario y por ello es que, si no queremos estar en el mismo molde que ellos, debemos reconocer que este modelo no da para más y que aquí la honorabilidad y la honradez no se dan por decreto, sino que la debemos demostrar con hechos irrefutables.

Hoy tenemos ayuda internacional y un MP más comprometido contra la corrupción, pero todo se quedará en nada a menos que los guatemaltecos digamos «ya basta» y seamos capaces de denunciar, enfrentar y cambiar un sistema de partidos políticos que los hace funcionar como empresas que se cotizan en bolsa.

Debemos ser capaces de denunciar el secuestro que don dinero ha hecho del poder Ejecutivo y Legislativo que luego repercute en que estos dos metan sus manos en las Cortes (Suprema y de Constitucionalidad) para garantizar corrupción en total impunidad. Debemos tener la entereza de denunciar que los procesos de ejecución del gasto público y su esquema de fiscalización son una broma de mal gusto que ha exacerbado el hambre y la miseria de los guatemaltecos, mientras cualquier sinvergüenza de alcurnia o chorreado se hace millonario.

Es necesario que entendamos que el problema no solo es de personas, sino de un sistema fallido que se regenera cada cuatro años para seguir garantizando retorno a quienes financian las campañas.

Que no le hagan creer que en el voto del 6 de septiembre está el cambio porque lo están engañando, pues gane quien gane el nuevo presidente será un cajero pagador de quienes lo llevaron al poder, tal y como han hecho todos desde Cerezo hasta la fecha.

Su poder está en entender la dimensión del problema, para centrar su presión, su voz y su esfuerzo en el Congreso y en las Cortes para lograr los cambios (los sábados está cerrado el Congreso y las Cortes) y pedir una refundación del Estado con reglas diferentes.

Pero nunca ha sido tan importante su voz y nunca ha tenido tanta posibilidad de generar cambios. Cierro con la célebre frase de Obama: Una voz puede cambiar el ambiente en una reunión y si puede cambiar una reunión, puede cambiar una comunidad; si puede cambiar una comunidad, puede cambiar un municipio; si cambia un municipio puede cambiar un departamento y si cambia un departamento, puede cambiar un país y es La Hora de alzar la voz para cambiar Guatemala.

Piense qué le dirá a sus hijos cuando ellos le pregunten ¿qué papel jugaste cuando el país tuvo el chance de cambiar?

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