Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Los sinvergüenzas pierden por completo el sentido del decoro y se vuelven cínicos y descarados, pero no únicamente los políticos y sus socios incurren en esos comportamientos deleznables, sino también vemos como el mundo del futbol cae en la misma porquería y los aficionados, como durante tanto tiempo lo estuvimos haciendo los guatemaltecos, seguimos cayendo de babosos al tolerar tanta podredumbre. Creo que si la justicia norteamericana está persiguiendo a los ladrones de la FIFA que arreglaron partidos y cobraron por decidir dónde celebrar los mundiales, debieran de llevarse pie con jeta al árbitro que con el mayor descaro inventó dos penales para hacer perder a Panamá y asegurar el pase de México a las finales de esa mediocre Copa de Oro.

Ya antes un árbitro guatemalteco, verdadero aprendiz de diputado, les había hecho un favor similar a los mexicanos que ayer celebraban orgullosamente en el Estadio como si realmente hubieran ganado. Y uno se da cuenta que la porquería está en todos lados y que la lucha contra la corrupción es de enorme magnitud porque años de bombardeo sobre esa teoría de que el éxito se mide por el tamaño de la billetera y que no importa el cómo irla llenando, han provocado un trastocamiento de los valores.

Lo normal sería que alguien que por idiota o por perverso resulta involucrado en un crimen que sale a luz por las famosas escuchas telefónicas, tendría que tratar de meter la cara por donde no le dé el sol muerto de vergüenza, pero resulta que lejos de eso se vuelven gallitos de pelea que defienden su «honor» aunque sea inventando babosadas y amenazando con destruir el honor, ese sí, de quienes les acusan, como ha sucedido ahora que ya advierten que le inventarán a Iván Velásquez algún escándalo como el que le armaron a Castresana.

No me cabe duda que el árbitro chapín que inventó el penalti a favor de México estará ya preparando su currículum para presentarlo a alguno de los partidos políticos que existen porque demostró que tiene madera. No se inmuta aunque millones de personas vean que es un sinvergüenza, lo mismo que el gringuito que ayer superó con creces todo lo que uno podía imaginar. Cuando empezaron los tiempos extra le dije a mi esposa que seguramente se iban a fabricar otro penalti y ella me dijo que era imposible que actuaran de manera tan burda y descarada. Terminando de decirlo estaba cuando escuchamos el silbatazo y vi al individuo señalando el manchón del tiro a doce pasos.

Fue tan burdo y descarado el papel del árbitro que hasta los comentaristas mexicanos de Univisión expresaron su vergüenza por lo acontecido, pero los fanáticos que estaban en el estadio como que le querían dar un regalo a Trump al celebrar como locos tamaño hueveo.

Uno cree que está curtido al observar lo que hemos estado viendo en los últimos tiempos en nuestro país, pero sin duda que el futbol es un negocio tan grande por esa pasión del aficionado que ayer hizo que, a mí, me hirviera la sangre.

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