Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Todavía se repite que el voto es el arma del pueblo en la democracia, como si aquí viviéramos ese sistema político, pero la verdad es que cuando lo mismo da votar por Chana que por Juana se pierde por completo el sentido de ese supuesto ejercicio democrático porque llegue quien llegue irá a encontrar un sistema diseñado, hecho y perfeccionado para alentar la corrupción y aunque pudiéramos encontrar al hombre justo, usando la lámpara de Diógenes, seguro que sentado en el Guacamolón es cooptado por los financistas y demás transeros que saben cómo y para qué es el poder en Guatemala.

Mi principal referencia para analizar a los políticos que están en la palestra es cuál ha sido su actitud a lo largo de todos estos años para denunciar la existencia de lo que ahora reconocemos como un sistema perverso para fomentar corrupción e impunidad. La inmensa mayoría de los que están de candidatos han ocupado importantes cargos públicos y nunca, ninguno de ellos, alzó la voz para denunciar que se estaba produciendo ese ritmo de corruptela que ha empobrecido al país. Los que vienen de la vida privada y han dado el paso para incursionar en la política no han tenido tampoco una expresión de crítica, de denuncia que muestre su compromiso con la transparencia y con la necesidad de cambiar las cosas.

Posiblemente para mí sea más fácil tomar decisiones porque desde hace por lo menos tres elecciones que decidí no acudir a las urnas, porque me convencí de que lo malo en este país era el sistema y que no importaba quién ganara mientras subsistan las condiciones que alientan la corrupción e impunidad, de nada sirve ese ejercicio democrático. Pero siempre he estado atento a que algún político tenga los arrestos suficientes para desnudar al sistema y hasta llegue a sugerirle a uno de los hoy candidatos a la Presidencia que si quería salir del rebaño, debía destapar el juego que él conocía perfectamente porque había estado en las entrañas del poder en uno de los gobiernos más corruptos, aunque la prensa y parte de la población lo exculpa porque el Presidente no era de los que el vulgo considera chorreados o shumos.

Por supuesto que no lo hizo ni lo haría nunca, no sólo porque tendría que admitir muchas culpas, sino además porque los que están en política hoy lo hacen a sabiendas; lo hacen convencidos de que podrán sacarle raja a esa perversión del sistema y aprovechar las características de nuestro sistema político para amasar fortunas como las que han amasado tantos a lo largo de estos años de “gobiernos democráticos”.

Y como él terminan siendo los otros que han ocupado puestos en los que se tienen que haber dado cuenta de la corrupción y no dijeron nada, gente que pasó por Finanzas y curiosamente no supo lo de las aduanas o que estuvo en el sector financiero y nunca se enteró de las formas de lavar dinero. Políticos que, cuando es de corrupción, se ponen como los tres monos sabios porque es lo que les conviene para que la fiesta siga.

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