Francisco Cáceres Barrios

Para quienes escuchen la noticia proveniente de nuestro país que diga que el presidente Pérez se siente tranquilo a pesar de la conmoción política en que vivimos, a muy pocos les podrá parecer algo excepcional pero, ¿para un chapín conocedor de toda su historia, de sus antecedentes, como del pobre desempeño en la atención de sus funciones, obligaciones y atribuciones, no resulta algo totalmente fuera de lo común? ¿Es que la miopía política de Pérez Molina llegó a ser tal que no pudo siquiera imaginar que tan desacertada expresión iba a parecer un total contrasentido, pues aparte de ilógica resulta ser un total menosprecio a la voluntad popular?

Tampoco es verdad que dicha insistencia provino porque a un diputado de la oposición se le haya ocurrido iniciar el proceso ante la Corte Suprema de Justicia para que se le quitara la inmunidad, para entonces ser procesado por el sinnúmero de hechos corruptivos que ocurrieron ante sus ojos con su aceptación, contemplación o consentimiento, lo que hizo colmar la paciencia de las mayorías. La realidad es que el continuo y desacertado comportamiento de su Vicepresidenta fue la que derramó el vaso, como que la historia se originó el mismo año 2012 en que asumieron su mandato, ya fuera por su insistente y desacertada decisión de hacer campaña electoral para mantenerse en el poder por más tiempo para el cual habían sido designados, como que ante la imposibilidad de lograrlo se hayan inclinado a favorecer descaradamente la candidatura de Alejandro Sinibaldi, su exministro de Comunicaciones, lo que como a todos consta no solo resultó una desacertada decisión política, sino representó dilapidar miles de millones de quetzales que debieron haber sido invertidos para atender las prioridades que tenían a la vista.
Esto significó que los cimientos que sirvieron para construir la solicitud de renuncia y el clamor popular para que fuera sometido a juicio no haya sido una simple cuestión ocasional o coyuntural, sino las causas se fueron entrelazando hasta formar una armazón que terminó de integrarse con la pompa y el boato con que el binomio presidencial, sus allegados y simpatizantes se dieran el gran vivir, así como el vil desprecio con que fueron tratando los reclamos populares que le exigían el cumplimiento de sus promesas electorales, entre otras, la inseguridad ciudadana, la salud pública, el desempleo o la hambruna que aún sigue afectando a la gran mayoría de pobladores. En conclusión, resulta imposible aceptar lo aseverado por Pérez Molina, pues salvo que no fuera de este mundo podría estar tranquilo, mientras sus parientes y más allegados colaboradores, quienes tampoco cumplieron con sus deberes, tienen pendientes sustentados juicios sobre sus cabezas.

 

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