Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Como guatemalteco seriamente preocupado por el futuro del país ante la debacle provocada por la existencia de un sistema político perverso diseñado de manera maliciosa para que el Estado funcione básicamente al ritmo de la corrupción e impunidad, no puedo sino sentir un profundo respeto por lo que hoy hizo el jurista Iván Velásquez, titular de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, porque con su informe sobre el financiamiento de los partidos políticos no sólo desnudó la práctica inmoral de financistas que se convierten en amos de la política para hacer negocios, sino de aquellos candidatos que venden su alma al diablo para alcanzar el poder por la única vía posible, es decir, mediante el uso irrestricto de dinero para comprar voluntades.

Puedo afirmar, tras una breve incursión en la política en 1999, que a menos que uno esté dispuesto a vender el alma al diablo no se puede obtener financiamiento político porque aún dentro del capital más tradicional y honorable, funcionan estructuras que negocian con los candidatos. Generalmente los grupos de poder económico forman comisiones que dejan fuera del radar a los meros dueños de las empresas, pero que tienen el poder de escrutar y poner condiciones a quienes participan en política. Y si uno no se somete, no hay esperanza de obtener apoyo económico. Por eso en esa oportunidad, al anunciar que me retiraba de cualquier esfuerzo político, dije que lo hacía porque en Guatemala había que venderle el alma al diablo para hacer política y que yo no estaba dispuesto a hacerlo.

Muchos de quienes me acompañaron en ese esfuerzo se decepcionaron por mi decisión, pero yo hasta el día de hoy me he sentido absolutamente tranquilo y seguro de que hice lo único que podía hacer en las circunstancias. Y he visto, desde entonces, cómo aquí los votos literalmente se compran porque sólo quienes tienen dinero pueden montar la maquinaria electoral que moviliza votantes en las cantidades suficientes para triunfar en los comicios. En 1999 se hablaba básicamente de financiamiento de los grandes capitales tradicionales, pero de entonces para acá se ha conformado esa asociación entre políticos y financistas para secuestrar el sistema y promover el saqueo de los fondos públicos que en su inmensa mayoría terminan enriquecimiento a unos y otros en perjuicio de un pueblo que ve a la mitad de sus niños sufriendo desnutrición que les castigará para el resto de sus vidas.

Lo que expresó hoy Iván Velásquez es la Biblia en cuanto a la realidad política de Guatemala. Aquí no tenemos niños vestidos de primera comunión buscando posiciones de poder, sino personas que conocen el sistema, que han operado dentro del mismo, que le han sacado raja de una u otra manera, y que están como leones acechando a la presa para caerle encima y continuar con el latrocinio. La mejor prueba es que nadie, ningún candidato, denunció ese sistema antes de que la CICIG lo pusiera en evidencia hacen unos meses, cuando empezó a destapar la cloaca de nuestra política.

Guatemala después de hoy no puede ni debe ser la misma. La porquería quedó en evidencia y nos corresponde a los ciudadanos limpiarla.

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