Isabel Pinillos – Puente Migraciones
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Esta semana tuve la oportunidad de visitar al padre Juan Luis Carbajal, director de la Casa del Migrante, un albergue para alojar a quienes se encuentran de paso por nuestro país, ya sea porque han sido deportados o porque no tienen a dónde ir. El padre vestía ropa de trabajo, al igual que otros muchachos que todavía se encontraban adecuando el lugar, preparándose para recibir a sus huéspedes especiales. Desde la calle se observa la angosta fachada de la casa, pero al ingresar, los pasillos llenos de luz y de macetas floreadas ofrecen una acogedora bienvenida.

En la planta baja están los juegos para los pequeños, un amplio comedor y cocina, una cancha de basquetbol de primera. En la planta de arriba están las habitaciones para los hombres, las mujeres, los núcleos familiares y otras destinadas a homosexuales, lesbianas y transexuales. Las imágenes de Jesús en las paredes muestran el verdadero sentido cristiano de amar al prójimo. Este no solo es un lugar donde dormir y comer. Es un centro en donde etiquetas como “migrante, centroamericano, garífuna, refugiado o gay” no existen y donde se mira a los ojos al ser humano, al “otro”, para que en un lugar de claridad y paz sea dignificado. La mayoría de personas que entran al hogar llegan con el corazón partido y necesitan recuperar su identidad, entre otras muchas cosas.

Mientras que las deportaciones de EE. UU. han disminuido, existe un incremento de las mismas desde territorio mexicano en el último año. Paralelamente, los centroamericanos que atraviesan ese territorio son víctimas de violaciones, desmembraciones, robos y hasta persecuciones, perpetuados por pandillas e incluso, las mismas autoridades mexicanas. Según las fiscalías de los estados sureños de México, los robos reportados contra migrantes han aumentado en un 81% con respecto al año pasado. Tomemos en cuenta que la mayoría tienen miedo a denunciar dichas agresiones. Debido a los grandes problemas psicológicos que sufren quienes regresan de este infierno, la Casa del Migrante ofrece un acompañamiento para comenzar a cicatrizar las heridas del alma.

La casa además, cuenta con asesoría legal, para casos especiales como petición de asilo. La abogada me explicó que la mayoría de centroamericanos en estas condiciones son discriminados a la hora de conseguir trabajo en Guatemala y que además se suma el problema que muchos no cuentan con documentos de identidad. Es así como la Pastoral de Movilidad Humana, con el apoyo de ACNUR, impulsó este año la Cédula de Identidad para Refugiados, un documento oficial de identificación que cuenta con todos los estándares de seguridad internacional. El interesado la solicita a la Dirección General de Migración en donde debe completar los requisitos necesarios. Con esta tarjeta, los migrantes en tránsito en este país tienen derecho a trabajar y abrir una cuenta bancaria, por ejemplo.

A un año de la crisis humanitaria de los niños migrantes no acompañados que fue motivo de titulares y de escándalo a nivel internacional, subsisten las deportaciones de personas que de manera denigrante están siendo “empaquetados” de regreso a sus países de origen. En este contexto, aunque es más fácil sentir solidaridad con los nuestros, con los extranjeros no siempre es así. El fenómeno migratorio exige una actitud de humanidad hacia los que se encuentran en movimiento, sin importar su origen, ya sea que se encuentren en tránsito o hayan llegado su destino. La Casa del Migrante provee un respiro para los hermanos peregrinos que se encuentran de paso por nuestras tierras.

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