Eduardo Blandón
La Feria Internacional del Libro (Filgua) que comienza mañana debe ser motivo para la promoción de la literatura entre las nuevas generaciones. Es necesario participar en alguno de los eventos que se ofrecen y tratar de insistir entre los jóvenes en el valor de la lectura.
Nada nos puede salvar y dar posibilidades de libertad que la literatura. Leer trasciende lo lúdico para convertirse en momentos de reflexión. Las ideas visitan nuestra mente, la amuebla, para dar cabida al cambio. Pocas veces es inocua la lectura, por lo general trastorna la vida y hace que luzca diferente.
De aquí el carácter revolucionario de los libros. Nada más fértil, en suelo propicio, que la lectura aplicada de los textos. Por ello es que leer no es facultativo u opcional, es simplemente de vida o muerte. Y no hablamos de decesos biológicos, sino de índole espiritual. Esa dimensión que mantiene vivas a las personas.
Pero el cultivo de las letras corre peligro no solo por los precios prohibitivos de los libros, sino por una industria gestionada por directivos ignorantes. Corrijamos, no es que sean tontos o que desconozcan el horizonte que avizoran, más bien se trata de ejecutivos que privilegian el mercado (las utilidades) por encima de lo estético.
Eso hace que tengamos una industria interesada en la venta de “best seller” que inunda las librerías. El mercado global editorial, mucho de ello, se ha convertido en venta de libros con escaso valor literario. El marketing es asombroso, reseñas, presentaciones de libros, anuncios… todo dispuesto para vender libros ramplones y bastante mediocres.
Esta conciencia debe volver al potencial lector (comprador) en un crítico advertido que tome distancia de las triquiñuelas de los especialistas en ventas y/o publicistas. Tratar de indagar más y contemporáneamente refinar los gustos. No prestarse a las seducciones del mercado ni transformarse en pieza de engranaje. Evitar dar publicidad a la literatura barata para ser profeta de mejores textos.
Eso sucederá si nos volvemos amantes de los libros. Si renunciamos más a la televisión y ofrecemos oportunidades distintas a nuestros hijos. Llevarlos a la Feria es decirles: otro mundo es posible y este empieza por la palabra, la imaginación y los sueños. Los libros hacen posible lo que parece imposible.