Víctor Hugo Godoy

Cuando se discutía el tema electoral en la Constituyente, recuerdo que Alejandro Maldonado Aguirre dio amplios argumentos respecto a la necesidad que el ejercicio del sufragio se realizara en forma frecuente, pues al igual que un órgano del cuerpo humano, al no ejercitarse se deterioraría o entumecería. Fue así que se dispuso que cada cinco años se celebrarían elecciones generales para escoger Presidente, Vicepresidente, Diputados y Corporaciones Municipales de los 38 municipios que poseían el mayor volumen de población en su circunscripción. Cada dos años y medio, se elegirían a las Corporaciones Municipales de los restantes 288 municipios con menor porcentaje de población.

También se había discutido la posibilidad de que los Gobernadores Departamentales fueran electos y que el Congreso de la República se renovara a mitad de período; estos intentos en función de la descentralización del aparato administrativo, de la independencia de poderes y de desligar las campañas al Congreso del impulso de las candidaturas presidenciales. Como no se visualizó una descentralización de los tributos, se pensó que el gobierno nacional podría asfixiar a los departamentos que no le fueran afines y ahí quedó la cosa. Y en la elección de diputados a mitad de período se optó por una malentendida “gobernabilidad”.

Fue con la contrarreforma constitucional de 1993 que se alineó todo a cuatro años, con el beneplácito de los viejitos del TSE que siempre fueron haraganes para eso de administrar elecciones. En el caso de los alcaldes, se les alargó a cuatro años el período a los 288 que lo tenían de 30 meses, a la vez que se les constitucionalizó la posibilidad de reelegirse a todos y se les aumentó el aporte constitucional a 10%; todo ello con el propósito que volcaran su mejor esfuerzo en la consulta popular para la aprobación de la contrarreforma ya citada. Aun así, la participación de los votantes no llegó ni al 16%; pero el derecho de ejercer el sufragio se restringió a una vez cada cuatro años.

El extremo de no realizar elecciones se tuvo en 2011, cuando un partido no inscribió suficientes candidatos para cubrir las plazas que ganó en el Parlacén y tomaron para llenarlas unos cuantos de los candidatos que estaban propuestos al Congreso Nacional, en lugar de declararlas vacantes y repetir la elección.

Ahora que se discutirán en el Congreso las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos es bueno que se busque cómo rescatar el derecho de elegir para que sea de forma más frecuente y no solo en elecciones generales.

Respecto al derecho a ser electo para algún cargo de elección popular, este si se puso difícil, primero por la ausencia de democracia interna de los partidos y la falta de mecanismos para la incorporación de liderazgos sociales a éstos, los cacicazgos locales que abusando de la posibilidad de reelección impiden la renovación interna de cuadros y finalmente, el pago de “franquicia” aunado al costo exorbitante de las campañas.

Artículo anterior¿Hacia un Estado de justicia…?
Artículo siguienteRenovar el Estado