Jorge Santos

Una vez más la sociedad guatemalteca ha sido sacudida por la noticia de horror que representa el vivir en uno de los países más violentos del planeta: un niño de 12 años de edad fue lanzado desde el Puente Belice por criminales, a quienes el menor había dado su negativa de matar. Muy probablemente nuestro velo de violencia y sangre no nos deja ver lo esencial y no vemos con claridad el enorme ejemplo de vida que nos dio Ángel.

Ángel Escalante es uno de los millones de niños y niñas que en este país de exclusión e inequidad sobrevive en un entorno de violencia. Sin lugar a dudas una realidad que a pesar de estar ahí nos negamos a dimensionar en su totalidad. Hoy la niñez se enfrenta a un llamado incesante por acceder a satisfactores materiales innecesarios. Esta niñez crece sin acceso a educación y salud y en donde las hay es de paupérrima calidad. Esta niñez de padres y madres que trabajan sin cesar para alcanzar un ingreso que en la mayoría de ocasiones no alcanza para cubrir los requerimientos mínimos de una vida digna.

Ángel Escalante es un ejemplo de vida, dignidad y esperanza de que este país al transformarse verá renacer lo esencial del ser humano, su dignidad y su posibilidad de construir presente y futuro. Cuando este niño se niega a matar como un proceso de iniciación a una mara, nos inquiere y nos cuestiona como sociedad. Nos permite en el escenario de crisis sistémica que vivimos, aferrarnos a la posibilidad de que existen aún personas, por niños o niñas que sean, que son capaces de ser la reserva moral y decir yo no participo del horror de la violencia, yo no participo de esto que el statu quo defiende hoy a capa y espada. Luego de 14 días este Ángel de la esperanza nos deja un legado sin precedentes y nos permite ver su luz como un faro en un puerto lejano pero seguro.

Sin embargo este ejemplo de dignidad y vida no es el único. Guatemala está inundada de estos ejemplos de honestidad y valor para defender lo esencial del ser humano. Muchos Ángeles de esperanza han antecedido a este niño de la dignidad. Junto a Ángel Escalante también están las y los guatemaltecos que pagaron con su vida la negativa de participar en actos delictivos que les exigía el crimen organizado en México, en una de las tantas masacres cometidas por los Zetas.

Es importante saber que como sociedad, existen muchos y muchas que aún y con el riesgo de perder la vida, prefieren actuar en base a principios básicos y tan elementales como la honestidad, la defensa de la vida, el respeto a la dignidad del otro y de la otra. Es según mi consideración hacia estos ejemplos de presente y futuro hacia donde debiésemos voltear a ver y debiesen ser nuestro referentes de esperanza en otra Guatemala posible.

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