Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Para ser un poder tan determinante y decisivo en muchos países, hay que reconocer que Estados Unidos no siempre entiende a cabalidad los procesos que derivan en crisis y respecto a lo que está ocurriendo en Guatemala es de apuntar que si bien entienden la necesidad de hacer cambios para combatir la corrupción, no llegan a comprender a cabalidad cómo es que el sistema de corrupción e impunidad tiene sus propios mecanismos de defensa y que los corruptos agotarán hasta el último recurso para evitar castigo legal, pero también para apuntalar el sistema y evitar que el vendaval provocado por la reacción ciudadana termine forzando a una verdadera depuración.

Personalmente creo que el Embajador Robinson es un funcionario bien intencionado que sabe cuán profunda es la corrupción en el país. Enviado que no siempre actúa de acuerdo a las reglas de la diplomacia, en el caso de Guatemala insiste en que todo tiene que hacerse dentro de las reglas de juego existentes, privilegiando la institucionalidad ante cualquier otra consideración que la pueda poner en peligro. Pero hay que ver que esa institucionalidad es el mejor escudo que tiene el sistema de corrupción e impunidad, porque todo esfuerzo de reforma, cualquier intento de modificar leyes para transparentar el ejercicio del poder, tiene que pasar por la aprobación de esos mismos diputados que sorprendieron a Robinson cuando se saltaron las trancas para elegir a un monigote para asegurar la mayoría del sistema dentro de la Corte de Constitucionalidad.

La visita del Embajador Thomas Shannon se produce oficialmente en el marco del interés de Estados Unidos por avanzar en la Alianza Para la Prosperidad que inyectaría recursos económicos a los tres países de Centroamérica que más inmigrantes envían a Estados Unidos. Ese plan, sin embargo, se topó antes de nacer con el problema de la corrupción en estos países y que en el caso de Guatemala estalló en forma por demás burda y grosera por el comportamiento de funcionarios como la vicepresidenta Baldetti que tras el trinquete del lago de Amatitlán, por el que la empresa israelí insiste en el cobro por la vía judicial, resultó embarrada hasta la coronilla en el caso “La Línea” porque su Secretario Privado era un cabecilla, pero sobre todo porque su mejor testaferro, a quien había colocado al cuidado de su inversión de 40 millones en la compra de Siglo.21, era el verdadero cacique y operador de la mafia corrupta.

Mientras al contribuyente norteamericano no se le pueda garantizar que el dinero de la Alianza no servirá para que algún funcionario, diputado o Alcalde se compre algún palacete y engorde sus cuentas en dólares, no habrá ningún avance en ese ambicioso proyecto para contener la migración. Y por eso estamos hoy más que nunca bajo el escrutinio de Washington y la visita de Shannon, en el contexto de la Alianza para la Prosperidad, es para escarbar más a fondo y determinar las probabilidades de éxito del plan reformista impulsado por su Embajada.

Shannon tiene experiencia y carece de pelos en la lengua. Si entiende que la institucionalidad es la coraza de la impunidad y la corrupción, lo hará ver para que allá y aquí nos demos cuenta.

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